Si la Capitalidad Cultural de 2016 ha sido un sueño, la primera cabezada la dio Córdoba en el período 1985-1987. Fue aquello una siesta, por su corta duración, de la que la ciudad se despertó con pocas ganas de volver a echarse a dormir no fuera de nuevo a vivir una ilusión que después no se cumpliera como le ha ocurrido ahora.
Ya a mediados de los ochenta sonaba por aquí aquello de la Ciudad Europea de la Cultura ideado en Grecia, si bien a niveles más institucionales que ciudadanos, a los que el proyecto apenas llegó según cuenta el alcalde de Córdoba entre 1986 y 1995, Herminio Trigo, porque el Ayuntamiento era conocedor de la dificultad de lograr el título que fue a parar finalmente a Madrid en 1992 como «premio de consolación», opina el ex regidor municipal.
En la pugna estaban, junto a Córdoba —que fue la primera en pedirlo— y Madrid, Granada, Salamanca —que lo consiguió en 2002— y Valladolid.
Entonces, la selección de la ciudad correspondía al Gobierno de España y se basó más en criterios políticos que culturales y técnicos, a decir de Trigo, que se entrevistó con el ministro de Cultura, Javier Solana, con la intención de hacerle llegar el interés de Córdoba por ser Capital Cultural de Europa el mismo año en que Barcelona y Sevilla celebraban sus Juegos Olímpicos y Exposición Universal, respectivamente.
«Cuando ves que no hay apoyo, que te dicen que ya lo estudiarán... te vas con la sensación de que no hay voluntad. Así salimos de esa reunión», narra. Sin embargo, el Ayuntamiento siguió adelante con la idea, si bien consciente de la dificultad, y elaboró un proyecto que recibió el respaldo unánime del Pleno el 7 de mayo de 1987.
El proyecto recogía dotación de infraestructuras y mejora de las actividades culturales enunciadas en líneas maestras pero sin concretar. La historia de Córdoba era el eje de la candidatura, que se hizo «deprisa y corriendo, no había tiempo».
La baza con la que el equipo de gobierno jugaba era la de Córdoba como «encuentro de culturas, centro de entendimiento multicultural y religioso», explica el ex alcalde. Por otro lado, «propusimos sinergias entre Córdoba y la Exposición de Sevilla» pero no fue suficiente porque «Madrid no se podía quedar sin nada», opina.
Por ello, la campaña que se hizo para dar a conocer la iniciativa a la población fue «de perfil bajo». «Repartimos mecheros, bolígrafos... para animar a la gente pero sin ambición, no queríamos ilusionar para después fracasar», recuerda el entonces alcalde. Sin embargo, el argumento de la oposición de aquella época era otro bien distinto, pues hablaba de falta de iniciativa, cosa por la que culpó a este alcalde del fracaso.
No obstante, Trigo defiende que se intentó. Incluso, una delegación del Consistorio viajó a Florencia en 1986, cuando la ciudad italiana fue Capital Cultural, invitada por su alcalde. En ese lugar se entrevistó de nuevo Herminio Trigo con Javier Solana, a quien se encontró el cordobés en los jardines del Palacio Pitti. «Me preguntó qué hacía allí y le dije que iba a aprender. Le sorprendió, no le sentó bien», cuenta.
Finalmente, la primera Ciudad Europea de la Cultura española fue Madrid, cosa que desanimó a los responsables municipales tanto como para no volver a intentarlo en muchos años (hasta 2001) aunque no como para dejar de lado la cultura, que a decir de Trigo tomó impulso en torno a ese proyecto, como la ciudad espera que ocurra esta vez aunque no se haya conseguido.



