Córdoba

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De la indignación a la fiesta azul

La algarabía inicial dio paso a silbidos, reproches y llantos, pero la marea añil se supo rehacer luego en las Tendillas

Día 29/06/2011 - 07.36h

Ayer no era un día lectivo normal. Alrededor de las 17.00 horas, el tremendo calor que caía a plomo sobre el asfalto dejó desiertas las calles de la ciudad califal, mientras en los hogares y bares las familias y parroquianos mantenían las narices pegadas al televisor para escuchar con esperanza que Córdoba sería sin lugar a dudas la Capital de la Cultura Europea en 2016. Poco a poco, una riada de uniformados con la camiseta azul de la Capitalidad se acercaba al Ayuntamiento pletórica y segura de que el objetivo se iba a conseguir, y todos ellos iban a ser testigos directos en el escenario más idóneo: el Ayuntamiento.

Pero la fiesta se acabó en el momento que sonó «Donostia-San Sebastián» en las pantallas del vestíbulo consistorial. Los cientos de personas de todas las edades que se apiñaban en la sala y en las puertas del edificio, ya sin sitio para nadie más dentro, cambiaron los vítores a Córdoba y las canciones populares previos a la designación por silbidos al jurado, acusaciones de «tongo» que que se escucharon tras el veredicto y lágrimas que se vieron en más de una mejilla. Unas resignadas, otras de rabia y decepción. Y en medio de la desolación hubo quien intentó animarse gritando «Córdoba, Córdoba», pero no había ganas y pocos siguieron el canto a una ciudad que ayer recibió «un palo», según decían muchos.

«¡Ea, pues nos hemos quedado sin Capitalidad!», comentaba una mujer a otra por la calle con esa expresión tan puramente cordobesa que aúna resignación y fastidio.

La marea azul quedaba abatida y en calma. Las banderas habían dejado de moverse impetuosamente, los cordobeses habían despertado del sueño después de que el jurado les diera un pellizco. Córdoba no iba a ser la Capital Cultural de Europa por una razón que parecía clara para la mayoría de los congregados: «porque no se ha tenido en cuenta la cultura».

Daniel Muñoz, uno de los más activos voluntarios, lloraba mientras lo denunciaba. Las caras estaban serias, incrédulas, «sin fuerza», decían algunos, y pronto comenzaron los reproches. «¿Qué nos va a parecer? Tenía por seguro que iba a ganar», decía María Fernández, una de las jóvenes que acudió con su camiseta azul.Otra, Clemen Carrasco, aludía a lo innecesario «de que nadie nos reconozca, no hace falta que nos lo diga un jurado». Y otros, como Juani Téllez, ponían el acento en la nueva «marginación de Andalucía, todo se hace del centro para arriba».

De fondo, una voluntaria animaba a sus compañeros: «¡Vamos a Las Tendillas, como si no hubiera pasado nada!». Y la verdad es que acudió gente a la plaza. Y, en contra de lo que se pudiera pensar, los cordobeses supieron endulzar el amargo momento inicial con un acto de homenaje al esfuerzo realizado, en el que, al amparo de la noche, todos reconocieron que la Capitalidad se la merecían ellos.

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