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Cuando el viernes el reloj marca las cinco de la tarde, las calles del sector financiero de Manhattan se llenan de trajes que, escurridizos y acelerados, huyen por las diferentes bocas de metro para no regresar en todo el fin de semana. Solo entonces se puede apreciar quiénes son los incondicionales de la zona: los turistas. Llueva, nieve o se aproxime un huracán, el toro de Wall Street siempre está rodeado de gente y en los almacenes Century 21 nada evita las sempiternas colas para pagar algún chollo.
A Michael Bloomberg, quien llegó a la alcaldía de Nueva York en 2002, no le gustaba que la zona financiera se convirtiera en una ciudad fantasma cada tarde y durante el fin de semana. Así que se propuso no solo reconstruir la Zona Cero, sino darle una nueva vida. Imaginó un lugar vibrante y dinámico, rebosante de gente joven atraída por la oferta cultural y gastronómica. Y en eso se está transformando.
La revitalización del bajo Manhattan se hizo patente cuando calles como Stone o Fulton, antes oscuras y poco transitadas, comenzaron a llenarse de color con nuevos hoteles, restaurantes y terrazas. Un ejemplo es la Stone Street Tavern, un acogedor establecimiento que se promociona como alternativa al típico tándem de filete y traje de Wall Street.
A unas manzanas se encuentra New York by Gehry, el edificio residencial más alto del hemisferio occidental, diseñado por Frank Gehry e inaugurado a principios de 2011. Su fachada con olas hace que este bloque de 76 plantas de acero parezca una prolongación del East River. Sus lujosas instalaciones incluyen un colegio público, necesario para afrontar la avalancha de jóvenes familias que se han mudado a la zona.
Con esas familias en mente, la ciudad ha rehabilitado su costa oeste, entre Battery Park y el Hudson River Greenway. Fue en Battery Park donde hace unas semanas se celebró la primera «Dîner en Blanc» de Nueva York. Con el World Financial Center de fondo, unas 1.200 personas vestidas de blanco se reunieron para emular, con la cesta de picnic en una mano, al grupo de amigos que celebró la primera cena de este tipo en París, en 1988.
Hacia el norte corre el Hudson River Park, una mezcla de malecón y zona de recreo con parques, minigolf y pistas para practicar deportes. Aunque la estrella es el skate park, ubicado frente al barrio de Tribeca y siempre repleto de chavales observados por sus jóvenes y fashionistas madres.
La nueva meca
Y Tribeca es sin lugar a dudas el mejor ejemplo de revitalización económica y cultural del bajo Manhattan. En los últimos años, el triángulo de calles bajo la Canal St. se ha convertido en el código postal más adinerado de Estados Unidos (más aún que Beverly Hills), gracias a la afluencia de estrellas del espectáculo que han encontrado en sus edificios, antes sedes de fábricas y almacenes, el espacio ideal para ubicar su residencia. Beyoncé y Jay-Z, Leonardo DiCaprio, Harvey Keitel o Gwyneth Paltrow son algunos de sus residentes más ilustres. Incluso Dominique Strauss-Kahn pasó en su casa de Tribeca, que comparte con Anne Sinclair, el tiempo que ha estado en prisión domiciliaria. El barrio le debe mucho a Robert De Niro y Jane Rosenthal, quienes lo situaron en el mapa cultural gracias al Tribeca Film Festival, un referente desde 2002.
Otras que han favorecido el sur de Manhattan son Kim Kardashian y sus hermanas: con su habitual presencia en sus hoteles y locales, han elevado la zona al olimpo de la escena nocturna. En especial el Toro Lounge, en el sótano del Smyth Hotel.