«Estaba aceptando lo que estaba pasando, que no era otra cosa que un cambio de régimen, y para nada entorpeció el proceso. Antes bien, su colaboración fue valiosa para nosotros por ser sincera. Tuvo un talante muy positivo y nos ayudó mucho». Quien así se expresaba ayer al conocer el fallecimiento de Antonio Alarcón Constant, alcalde de Córdoba entre 1971 y 1979, era Herminio Trigo, otrora regidor por IU (hoy en el PSOE) y testigo privilegiado de aquella Transición en la Alcaldía pilotada por un hombre al que todos coincidieron ayer en destacar como «entrañable».
Pese a que hace unas semanas tuvo su última comparecencia pública en un acto de un medio local, Antonio Alarcón (Córdoba, 1923), bodeguero (de estirpe castiza en Santa Marina), perito, profesor Mercantil y economista (aunque quiso ser médico), recayó en esta última semana de una enfermedad respiratoria que le había tenido ingresado. A las 10 de la mañana de ayer dijo adiós a este mundo en su casa de la céntrica Plaza de las Tendillas, donde concedió a ABC Córdoba una de sus últimas entrevistas. Hoy será su funeral en La Compañía a las 10.30 horas.
«Entrañable, correcto, señor, agradable, educado...», la lista de calificativos se haría interminable para Luis Felipe Medina, abogado que fue su mano derecha desde 1971 a 1978 en la Alcaldía en las tareas urbanísticas y que pone el acento sobre unos tiempos en los que «la política nos costaba el dinero». Medina recuerda cómo Alarcón batallaba en Madrid frente a Martín Villa por lograr más recursos para unos ayuntamientos sin blanca. De ahí nació la idea de poder hacer obras a través de contribuciones especiales que se cobraban, «porque el presupuesto se lo comía la plantilla», apostilla este octogeneraio abogado.
En este sentido, cabe destacar en su mandato la urbanización de El Higuerón, Villarrubia, Sector Sur (primera fase), polígono Amargacena, Las Jaras, Los Villares, El Patriarca y El Tablero, la construcción del Teatro de la Axerquía (entonces Teatro al Aire Libre), el impulso de la Universidad de Córdoba y de la Federación de Peñas Cordobesas.
Pero si hay dos hitos claves para entender su tiempo, su labor y su visión como político esos fueron el soterramiento de las vías del tren y evitar el derribo del Gran Teatro, gracias precisamente, a la perspicacia de Luis Felipe Medina que encontró la orden en un escrito a punto de firmar por parte de los propietarios de los inmuebles, que al final accedieron a ser expropiados tras una declaración de utilidad pública impulsada por Alarcón.
La de Renfe sí es la historia de su mandato. Él mismo lo reconocía en ABC el pasado 9 de mayo de 2010: «Me hubiera gustado sacar la estación adelante. Esto sí que fue un trauma para mí». Su principal colaborador recordaba ayer cómo le mandó ir a Madrid el 14 de abril de 1971 para buscar una solución para las vías del tren a su paso por la ciudad. A ser posible el soterramiento. El propio Alarcón acabó derritiendo la resistencia de Renfe con una anécdota en el despacho de su presidente, el Conde de Fontau. El regidor cordobés, conocedor de las habilidades de la cacería, le apostó a su interlocutor que era capaz, buen cazador, de imitarle el sonido de un pájaro de reclamo. Así lo hizo, y así logró despejar el principio de un largo camino que, al menos, vio en el nudo de El Higuerón su sueño cumplido.
Casado con Magdalena Pallarés Muñoz-Cobo, la hija mayor de la Condesa de Colomera, a quien pintara Romero de Torres, tuvo cinco hijos. La dolorosa muerte de su primogénita a los 21 años cuando ejercía de alcalde le hizo pasar otro de sus peores trances. Era un apasionado de la música —ejerció de tenor lírico y quiso ser saxofonista—, especialmente, del flamenco (que también le venía de familia).
Fue concejal desde 1961 con Antonio Cruz Conde, teniente de alcalde con Antonio Guzmán, su antecesor en la Alcaldía; regidor —puesto que tuvo que disputarle al mismísimo Cruz Conde cuando acabó el franquismo en una especie de elecciones— y diputado de las Cortes franquistas (1971-1977). Fue uno de los miembros fundadores de Unión del Pueblo Español, asociación política española creada durante el tardofranquismo y que, convertida en partido político, formaría junto con otras fuerzas Alianza Popular en septiembre de 1976. Sería sustituido en 1979 por Julio Anguita (PCE), con quien siempre mantuvo una gran relación y protagonizó un traspaso ejemplar.
«Pendiente de la ciudad»
El alcalde de Córdoba, José Antonio Nieto, mostró ayer su pesar por la pérdida del exregidor y recordó que se sintió arropado por Antonio Alarcón «desde el primer día de mi investidura, cuando me ofreció su ayuda para aportar en todo lo que pudiera». Su muerte es «una pérdida importante para la ciudad, de la que siempre estuvo pendiente y que le debe un reconocimiento por su labor como alcalde-puente», añadió, ya que «fue leal y muy colaborador en el traspaso de poderes, no sólo formalmente entre regidores, sino también entre lo que eran los antiguos ayuntamientos y el concepto de nuevos consistorios democráticos».