Día 17/12/2011
En la hora del adiós a Antonio Alarcón Constant (1923-2011) alcalde de Córdoba entre 1971 y 1979, queda su obra. Siete claves la enmarcan. Primera, y sin duda el proyecto más conocido, el soterramiento de la estación ferroviaria de viajeros, la creación de la estación de clasificación de mercancías en El Higuerón y la liberación de los terrenos de Renfe para urbanización y zonas verdes. Segunda, la construcción de un puente en el polígono industrial de Amargacena, que uniría la Nacional IV con la otra orilla del Guadalquivir, liberando la ciudad del colapso circulatorio de la Plaza de Andalucía y del Puente de San Rafael. Tercera, la construcción de un azud móvil en el vado de Casillas, que permitiría regular el caudal del Guadalquivir.
Cuarta, la semaforización electrónica de las vías de la ciudad. Quinta, la dehesilla del León, en Alcolea, ofertada por su propietario, el Ministerio de la Vivienda, como reserva industrial. Sexta, la construcción de un nuevo aeropuerto que sirviera de apoyo al de Sevilla, para lo cual se ubicaría en una zona a la izquierda de la Cuesta del Espino, solucionando así el problema del actual.
La Córdoba de 1978 era una ciudad pujante y con oportunidades. Alarcón y sus concejales habían demostrado un loable esfuerzo por el progreso de la ciudad, impropio de la esclerosis de otras instituciones del régimen de Franco en el final de éste. Sin embargo, ninguna de estas seis grandes actuaciones se concretó para Córdoba. Al contrario que en el resto de las capitales españolas, donde la llegada de la democracia no impidió aprovechar y continuar los proyectos urbanos válidos de la etapa anterior, una parte de la izquierda cordobesa consideró que oponerse a cualquier proyecto de la época franquista era cuestión de ética democrática.
Por eso, a veces lo único que suele venir a la mente a la hora de enjuiciar la obra de Antonio Alarcón es su séptima clave: la modélica transición que protagonizó con el nuevo poder municipal surgido de las urnas; su discreto y voluntario apartamiento de la vida política; y su permanente vinculación y preocupación por Córdoba.
Una séptima clave postrera, que le honra y dignifica pero que no debe hacer olvidar, en esta hora y para la historia, las otras de su gestión. Descanse en paz.