Día 25/02/2012 - 10.06h
Permíteme, querido lector, que, en primer lugar, agradezca el ofrecimiento que ABC Córdoba me ha hecho para asomarme, desde este rincón, a la recién estrenada Cuaresma 2012.
A pesar de mis muchas vivencias cofrades, acumuladas a lo largo de mis cuarenta años de vida —nada, al fin y al cabo—-, todavía siento cierto pudor y respeto a la hora de escribir sobre un mundo apasionante, íntimo, complejo, rico en matices y sentimientos, atractivo y cautivador, pero también enrevesado, hipócrita, interesado, vanidoso (muchos figurones, figurantes, «envarados») y, a veces, también cruel como suele ocurrir en cualquier faceta de la vida humana.
Y siento pudor, incluso después de haber pregonado nuestra Semana Santa hace casi dos lustros y haber escrito artículos. No sólo como creyente, que las tengo y muchas, sino como cofrade temprano por tradición familiar, después de tantos años, albergo cuantiosas dudas sobre este universo tan particular.
Cuando has visto y vivido tantas cosas, escuchado otras cuantas, palpado otras. Cuando los planteamientos de hace unos años y cualquier «dogma» cofrade es sometido en esta ciudad a revisión continuamente (incluida la carrera oficial), te preguntas si tus puntos de vista, tus gustos, tus posturas, tus postulados están equivocados o si son los demás los que se equivocan.
Todo eso te hace pensar que a estas alturas quizás no sepas ni entiendas nada de cofradías, que las certezas no sean tales y que los nuevos «kofrades» sean los verdaderos y legítimos herederos de un hecho religioso, cultural y social con varios siglos de historia.
Pero todavía tengo claro lo que me sigue gustando. Prefiero una túnica nazarena a esos disfraces de costaleros a cuadros y colores que tapan los ojos, las bandas de música al trompeteo de moda, «Saeta Cordobesa» a «Córdoba Cofrade», la cadencia de un palio a un andar sprinter de un paso de misterio o un rincón solitario bajo un farol encendido frente al bullicio del Bailío o los Jardines de Colón. Dicho sea con todo el respeto.
