S.M. la Reina Doña Sofía inauguraba el 2 de mayo de 1991 el Teatro de la Maestranza. Desde entonces se han celebrado allí más 2.300 funciones de ópera, danza, conciertos de música clásica, recitales, flamenco, etcétera a las que han asistido más de 3.151.000 espectadores. Con una ocupación media del 79 por ciento en los conciertos y del 92 por ciento en las óperas, los sevillanos han escrito durante estas dos décadas la historia de un éxito, una historia que se inició el 10 de febrero de 1987, cuando la Diputación Provincial de Sevilla, presidida entonces por el socialista Miguel Angel Pino, logra que se inicien las obras de construcción y que se sumen a su proyecto la Junta de Andalucía, cuyo consejero de Cultura era Javier Torres-Vela, y el Ayuntamiento de Sevilla, que presidía Manuel del Valle. «No fue fácil convencerles, pero Sevilla necesitaba en ese momento un teatro como el Maestranza», comenta Pino a ABC, retirado de la política desde hace años.
Sevilla necesitaba un teatro de ópera, pero lo que se iba a construir en el Paseo de Colón era otra cosa: un auditorio polivalente de música con salas de exposiciones y otros usos, para lo cual la Diputación había comprado años antes el solar en el que está ubicado el coliseo y convocado un concurso restringido de ideas que ganaron los arquitectos Aurelio del Pozo y Luis Marín con un proyecto que costaba 9,6 millones de euros. Pero a mediados de 1988 Jacinto Pellón le pide a Pino que ese auditorio aún por hacer acoja la programación cultural de la Expo'92, una vez descartada, por razones económicas, la construcción en la Cartuja de un gran teatro de ópera. Junta, Ayuntamiento y Diputación aceptan la petición de Pellón, que pagará con el presupuesto de la Exposición Univesal las modificaciones en el escenario ( de 400 a 700 metros cuadrados) y en la torre (que se elevará a 22 metros) que permitirán que puedan verse allí, muy pocos años después, los mejores montajes operísticos del mundo.
Porque, como recuerda Luis Andreu, primer director artístico del Teatro Maestranza, «nunca antes el Metropolitan había salido a Europa con todos sus integrantes. Lo hizo para venir a Sevilla y no lo ha vuelto a hacer desde entonces». No es la única. Durante la Expo92 Sevilla se parece más a Nueva York, Viena o Milán que a la cuarta capital española: las mejores compañías y orquestas desfilan por el Teatro Maestranza, una tras otra. Pellón, con fondos de la Expo, paga el festín para los melómanos sevillanos y del resto del mundo que se dan cita en la ciudad durante esos meses. Es la época en la que mucha gente hace noches a la intemperie a las puertas del teatro para conseguir entradas para ver los espectaculares montajes del Metropolitan, Covent Garden, la Scala de Milan, la Opera de París o de Viena. «Con lo que costó traer el Metropolitan a Sevilla se podía pagar toda la programación del Teatro de Maestranza en 1994», recuerda José Luis Castro, director del Teatro Maestranza desde 1994 a 2004, que reconoce que «en algunos casos, se disparó con pólvora ajena».
Uno de esos casos fue, tal vez, el apoteósico concierto de Luciano Pavarotti del 13 de mayo de 1991, apenas once días después de la inauguración del teatro. Las entradas del patio de butacas costaron 5.000 pesetas porque no se podía cobrar más en Sevilla en ese momento (ahora una ópera cuesta unos 90 euros) y el gran tenor italiano cobró su millonario caché habitual. Luis Andreu, que fue el que se lo trajo, admite a ABC que estos espectáculos (la taquilla sólo cubre el 18 por ciento del coste de una ópera) «no pueden ser rentables», pero que fue un hito en Sevilla, algo inolvidable: casi tres horas de canto, con cuarenta y dos minutos de aplausos, ovaciones y bises ante un público enfervorizado. Teresa Berganza logró en Sevilla 39 minutos de aplausos y se colocó en el segundo puesto del escalafón maestrante. Pavarotti, que estuvo tres días en Sevilla, no podía pasear por la calle porque la gente se le acercaba para felicitarle, pedirle autógrafos o hacerse fotos. No había costumbre de verlo por aquí y él tampoco volvió nunca más a actuar en Sevilla. «Era un gran tipo, muy humano, que venía del pueblo y se paraba con todo el mundo», recuerda Andreu
Plácido Domingo, que fue asesor lírico de la Expo y participó en cuatro óperas durante esos meses, fue el otro gran divo del Maestranza, aunque la frialdad con que el público acogió a la Traviata que dirigiría años después, le hizo no volver a la ciudad.
Vuelta a la Tierra
La Expo fue, pues, un gran inicio que permitió no empezar de cero en 1994, cuando se reanudan las funciones operísticas. La respuesta del público sevillano fue extraordinaria, aunque el nivel de los espectáculos tuvo que adaptarse a las limitaciones presupuestarias. En 1995 el presupuesto del teatro era de 5,3 millones de euros. En 2009 fue de 13,3, aunque los recortes presupuestarios, primero del Ayuntamiento y después de la Junta, lo han dejado ahora en poco más de 11 millones para este año.
De las tres óperas iniciales de la temporada 1994/95 se pasó a cuatro, algunos años después, y más tarde a 5 (Plácido Domingo reclamaba «el quinto título» en una entrevista concedida a ABC), tras las obras de ampliación del teatro realizadas entre 2005 y 2009 y que costaron 13,5 millones de euros. El espacio ganado para la chácena y el escenario tras estos trabajos permite ver en el Maestranza casi cualquier espectáculo, como se demostró con la versión que la Fura dels Baus hizo de «El oro del Rin» esta misma temporada.
Los datos de ocupación del teatro superan de largo el 80 por ciento, aunque en la temporada 1998/99 y en la 2006/07 se logró superar el 91 y el 93 por ciento, respectivamente. Espectadores de más de 40 países han comprado entradas en el Maestranza y convertido estas dos décadas en un éxito indiscutible, aunque el futuro se presenta incierto por los recortes de fondos públicos, de los que depende su supervivencia. El Ayuntamiento le quitó un millón de euros el pasado año y la Junta 300.000 para 2011. Y en 2012 nadie sabe lo que puede pasar.
La tragedia de «Otello»
El 16 de mayo de 1992 una plataforma de hierro que formaba parte del decorado de «Otello» se vino abajo con casi 50 personas durante un ensayo de esta ópera, causando la muerte de Annick Josette Luce-Tafferi, una cantante francesa de 39 años, y heridas muy graves a otros 4 miembros del elenco del Teatro de la Bastilla de París, que asumió toda la responsabilidad del accidente. Cuarenta y una personas resultaron heridas. El entonces director artístico del Teatro Maestranza, Luis Andreu, que estaba en el teatro en el momento del siniestro, confiesa a ABC que la escena que vio, cuando le avisaron del accidente, fue «dantesca». Miguel Angel Pino, entonces presidente del consorcio, dice que la reputación del teatro no se vio afectada por este accidente, pero cree que «la cosa habría sido distinta, si la plataforma hubiera caído sobre el público».






