En Vídeo
En imágenes
Al debut de Alejandro Sanz, cuando se hacía llamar Magno, no le hicieron demasiado caso. A Pablo Alborán casi no le dejaron sacar su primer disco y se lo querían comer. Pero un éxito como el suyo, que en los 90 le hubiera cubierto de despilfarro, hoy no da para tanto. Humildad impuesta, o quizá no. Anoche, esa pareció su seña de identidad ante unos 12.000 enfervorizados fans que le subirían los humos a alguien poco preparado para el desafío de la fama instantánea.
Con Alborán hay un fenómeno fan en toda regla. Pero no del histérico. Al menos eso se presuponía al ver las sillas colocadas en la pista central del recinto, normalmente habilitada para la euforia y el descontrol quinceañeros. Aun así el público atronó cuando apareció su héroe cómodamente sentado sobre el sofá blanco del salón de su casa, desde el que cantaba sus canciones por YouTube. No uno parecido, no. El mismo. Todo un símbolo.
«Miradle, está emocionado», se oyó en la grada cuando las pantallas gigantes acertaron en sus ojos vidriosos. Se arrancó con «Perdóname», e inmediatamente le siguieron miles de voces apasionadas. Él, que ayer era un amateur, afrontó la situación con valentía, solo en un escenario gigantesco, en una imagen que hacía contener el aliento.
Tras interpretar «Desencuentro», se le rompió la voz al agradecer a sus fans que le hubieran ayudado a cumplir su sueño, y poco después, cuando todo el público le acompañó en «Solamente tú», miró cómo cantaban los de una grada, los de otra, los de la pista, se le escapó una carcajada incrédula, después un par de lagrimones... y créanme si les digo que ese momento hubiera emocionado al tipo más heavy de la ciudad.
Dentro del tono desmesuradamente monotemático de sus letras, consiguió dotar de ritmo al recital con subidas como la rumba verbenera de «Volver a empezar». Sin embargo, cuando mejor estaba era solo, sin banda —que además sonó con graves no muy bien ecualizados—. También contó con invitados como Sergio Dalma, Tiziano Ferro o la portuguesa Carminho, pero es cierto lo que dicen: cuanto más desnudo, mejor. Por eso se merece todo lo que le está pasando. Y qué demonios… por eso y porque prefirió no tomar el camino triunfito.