David Grossman, nacido en Jerusalén en 1954, recogerá en otoño el llamado Premio de la Paz, en la tradicional ceremonia que despide la Feria del Libro de Fráncfort en la iglesia de San Pablo de la capital del Maine.
En el atril bajo la vidriera de Chillida habrán precedido al antiguo periodista algunos de los grandes intelectuales del último siglo y recientemente los nombres de Sontag, Magris, Esterházy y Pamuk. El premio, este año en su 60 aniversario, está dotado con 25.000 euros.
La búsqueda del cómo y porqué piensa el otro en su región ha sido destacada por el jurado en la valoración novelística de este indagador de la condición humana amenazada, con ensayos tan conocidos como «La muerte como forma de vida» y «Presencias Ausentes».
Grossman es también un recuperador de la cultura de los judíos del Este, desaparecida en Auschwitz, así como de formas literarias hebreas como las discusiones bíblicas, que recoge en su ensayo sobre el mito de Sansón, «La miel del león».
La fuerza de las palabras
Sus obras, traducidas a una treintena de lenguas, mostrarían «cómo la espiral de la violencia, del odio y de los desplazamientos de la población del Cercano Oriente, no puede cesar más que por la escucha, por el paso atrás, por la fuerza de las palabras», según destaca el comunicado sobre el escritor que saltó a la fama con «Véase: Amor», en 1988, el relato de la conflictiva crianza de los hijos del holocausto, en el silencio de las preguntas evitadas.
La pluma de Grossman buscaría «salidas a una sociedad a caballo entre la libertad y la guerra»
«En una realidad de opresión, desencuentro y arbitrariedad» la pluma de Grossman buscaría «salidas a una sociedad a caballo entre la libertad y la guerra». Víctima él mismo de la maquinaria que denuncia, Grossman perdió a su hijo Uri, de 20 años, que servía en una unidad de carros durante la reciente invasión del Libano.
Trágicamente sucedía apenas dos días antes de que convocara una conferencia de prensa internacional, junto a Amos Oz y a Abraham B. Yehoshua, en petición de un alto el fuego y una salida concordada a la espiral belicista del momento. «El fin de la tierra», el largo viaje de búsqueda de una mujer al través de Israel, fue la respuesta literaria al misil de Hisbolá que se llevó al mediano de sus tres hijos.