El gol fantasma de Geoff Hurst fue la imagen de un torneo marcado por dudosas actuaciones arbitrales que siempre beneficiaron al equipo local. Hurst, único delantero capaz de marcar tres goles en la final de un Mundial, confesó décadas más tarde: «El balón nunca cruzó la línea».
Tofik Bakhramov destapó la caja de pandora aquel 30 de julio de 1966. El juez de línea en la final del Campeonato del Mundo de Inglaterra, señaló gol tras aquel derechazo de Geoff Hurst que se estrelló en el larguero y botó sobre la línea. Gilera, autor de la crónica de la final para el diario ABC vio gol en aquella jugada histórica. «A mí me pareció claro, desde mi posición, que era buena. Pero el árbitro Dienst vaciló y nos produjo por unos segundos la impresión de que no daba gol», Gottfried Dienst, árbitro principal, finalmente hizo caso a su asistente a pesar de las protestas alemanas. Wembley enloquecía. El gol llegaba en un momento decisivo al deshacer el empate en la prórroga. Hurst remató la faena en el último minuto. «Por decisión de un juez de línea es Inglaterra campeón del mundo» sentenciaba la crónica.
Un estudio de la Unviersidad de Oxford concluyó que el balón no entró en la portería
Pero ese tanto no fue la única decisión arbitral que benefició a los ingleses. En cuartos de final, Inglaterra se enfrentaba a la selección Argentina en un partido crucial. Pasada la primera media hora de partido, «se produjo la expulsión de Rattin por motivos que el árbitro conocerá, sin duda, el árbitro alemán señor Kreitlin, (¿escupir?, ¿insultar?, ¿protestar?), pero que desde los graderíos no supo saberse», según explicaba la crónica del partido. Argentina jugó el resto del partido con diez futbolistas y Geoff Hurst consiguió el gol que metió a los ingleses en semifinales.
Eusebio, la figura del torneo
La selección inglesa se jugó el pase a la final frente a la Portugal de Eusebio. «La Pantera Negra» fue el máximo goleador de aquel Mundial con nueve goles. Portugal terminó en una tercera posición que, hasta ahora, es su mejor participación en la historia de los campeonatos del mundo. Los lusos arrasaron con un pleno de victorias en la primera fase que significó la eliminación de Brasil, que acudía como gran favorita al triunfo final. Además de eliminar a la selección de Pelé y compañía, los portugueses dejaron en el camino a la gran revelación del torneo. Corea del Norte llegó hasta los cuartos de final tras empatar contra Chile y ganar, en un histórico partido, a la selección italiana, que fue humillada en su vuelta a casa.
Eusebio «salvó los muebles» en frente a los norcoreanos
El duelo entre Inglaterra y Portugal de semifinales suponía otro duro escollo para intereses británicos. El partido debía disputarse el 26 de julio en Liverpool, pero la organización del mundial decidió trasladar la semifinal a Wembley, el feudo de los ingleses durante todo el campeonato. Los goles de Bobby Charlton, uno de los supervivientes del desastre aéreo de Múnich, fueron suficientes para el pase a la gran final.
El robo del trofeo
Inglaterra organizó el Mundial de 1966 gracias a la labor de Sir Stanley Rous, un árbitro internacional inglés que se convirtió en presidente de la FIFA y llevó por primera vez el máximo torneo del fútbol a las Islas Británicas.
La quejas en aquel Mundial comenzaron en la fase de clasificación. La FIFA decidió que las selecciones de África y Asia se jugasen una plaza en el campeonato, por lo que los africanos boicotearon y se retiraron de un torneo que no dejó participar a Sudáfrica por el rechazo internacional a la política del apartheid. El calendario de partidos y el sorteo arbitral también fueron motivo de polémica. La selección inglesa tuvo más descanso que el resto entre sus partidos, y la cuota de árbitros ingleses fue superior a la del resto de países participantes.
El trofeo del torneo, la copa Jules Rimet, fue robada apenas unos meses antes de comenzar el Mundial cuando estaba expuesta en el «Centre Hall» de Westminster en una colección de sellos. La policía de Scotland Yard dedicó una semana a buscar el trofeo valorado en 3. 000 libras que al final encontró un perro llamado Peckles. Tras la victoria de Inglaterra en la final, Peckles fue invitado a la fiesta de celebración y su dueño recibió una recompensa por encontrar el trofeo que hizo posible, junto al gol fantasma de Hurst, que los ivnentores del fútbol levantar la Copa del Mundo por primera vez en su historia.









