No solo no hay ninguna crisis sino que me asegura que está encantada con su novio, Eduardo, el hombre que la hace feliz en el poco tiempo libre que le queda, y con quien se pasea cuando le apetece y quiere. «Eduardo también tiene su vida y no somos de estar todo el día pegados. Yo voy a muchas fiestas sin él porque o no le apetece o tiene otros compromisos pero eso no significa nada», aclara Lomana.
Lo cierto es que el pasado fin de semana estuvieron juntos en el cumpleaños de la nueva estrella de «Las joyas de la corona». Como siempre, Lomana apagó las velas en Marbella, donde tiene un apartamento y donde veranea desde antes de que la conocieran. La diferencia es que hasta ahora sus aniversarios eran para sus amigos y hoy también para los medios de comunicación, por donde Carmen se desenvuelve con soltura. «Estoy viviendo la época más divertida de mi vida. No paro, ando agotada, pero me lo paso genial». A sus más de 60 años (¿acaso importa?), reconoce que si la fama le hubiera llegado hace 30 no imagina lo que hubiera pasado. Pero entonces también era feliz junto a su difunto marido, el chileno Guillermo, un ingeniero industrial que la dejó millonaria a su muerte. «Pero no con patentes como se ha dicho. Yo tengo buenas inversiones inmobiliarias y vivo de esos alquileres. Vendí mi casa de Fuenterrabía, pero compré otras propiedades que me rentan». Lomana desmiente así que haya vendido las supuestas mil patentes que le dejó su esposo. «¿De dónde ha salido esa historia de las mil patentes? No es verdad. Se dicen muchas mentiras, como que tan pronto soy millonaria o estoy arruinada. No tengo por qué dar explicaciones a nadie, pero te aseguro que casada vivía muy bien y por suerte he sabido invertir y organizarme. Además, una patente es cuando inventas algo nuevo y en el caso de Guillermo lo que tenía era los royalties de sus productos durante un período de tiempo».
En cuanto a su fiesta marbellí, no sólo acudió con Eduardo, sino que allí se unió a amigos de siempre, como el duque de Sevilla, Beatriz de Orleans, los Hohenlohe y hasta Alaska y Mario Vaquerizo que la adoran.
