—¿Por qué este libro?
—Me llamaba la atención que existieran muchos manuales de gestión, pero ninguno con una utilidad práctica para los empresarios de las Islas.
—¿Cuáles fueron las condiciones que creía que debían reunir los empresarios entrevistados?
—Seguí un criterio absolutamente subjetivo, buscando aquellas empresas que tuviesen una historia y que fuesen representativas de amplios sectores. Hacer un libro guiándose solo por su facturación era un error, porque corría el riesgo de «sobrerrepresentar» al sector de la construcción, así que traté de que procediesen de los más diversos sectores. Creo que fue un acierto y son libros que envejecerán bien, porque representan una manera de hacer negocios en las Islas en los últimos 40 o 50 años.
—¿Cuáles fueron los miedos de los entrevistados a la hora de concretarse las entrevistas?
—Fueron más nítidos con el primero que con el segundo. Incluso me pasó que, para éste último, recibí alguna llamada de empresario que quería figurar en el mismo. Pero en el primero no, allí sí vi que los empresarios se mostraban más reticentes para hablar, quizás porque entonces sentían una cierta hostilidad por parte de algunos sectores de la sociedad y, en ocasiones, han sido un blanco propiciatorio para algunos políticos que mejor harían en callar.
—Al plantearse el libro como de historias de empresarios exitosos, ¿no temió caer en el retrato por encargo, en la visión puramente laudatoria de estas personas?
—Es evidente que era un riesgo. Pero yo no tengo reparos en reconocer que tengo una relación de amistad con alguno de ellos, mientras que a otros no los he vuelto a ver después de la publicación del libro. Si termino incurriendo en ese error, lo juzgarán los lectores. Sí me parece honesto señalar que yo creo en la actividad empresarial como motor del cambio y el avance de la sociedad. Y
discrepo muchas veces de los empresarios —algo que se refleja en estos libros— cuando se trata de justificar la existencia de ayudas, privilegios o beneficios de parte. Creo que es un trabajo honesto, que se hizo bajo mi más estricto criterio y que no había más condiciones para entrar en la lista que mi llamada. Algo que he empezado ya a repetir con los empresarios de Las Palmas de Gran Canaria, por cierto.
—Tras dos volúmenes de este tipo, ¿qué conclusiones saca?
—Que existe una generación de empresarios que tuvieron que emprender bajo unas circunstancias muy duras, pero con un mejor ambiente para los negocios que en la actualidad. Si hoy se aplicaran las normas que existían entonces, habría empresas que no podrían haber siquiera superado su primer invierno. Y no me refiero a avances que podríamos considerar ganados por la sociedad, sino a cosas como que Santiago Puig no podría haber hecho Playa de las Américas. Creo que Tenerife sería una cosa completamente distinta sin su empuje.
—¿Hay particularidades importantes en los empresarios canarios o se parecen a los de otros sitios?
—Hay algunas particularidades, tales como el desarrollo de sus negocios, porque aquí incluso saltar de isla es una cuestión compleja, aunque los avances en las comunicaciones han hecho que se superen. Es cierto que ciertos empresarios han hecho fortuna amparándose en políticos que los apadrinaron, que se han permitido el lujo de darles órdenes de compra de empresas en lugares donde había más gente delante, con total desparpajo... Pero esto no es privativo de las Islas sino de sitios donde la política lo ocupa todo, o casi todo.
—¿Hasta qué punto ha condicionado el crecimiento de estos empresarios la excesiva burocracia?
—Es complejo saber hasta dónde podrían haber llegado de no existir tantas trabas. Lo que sí me parece muy llamativo es que, en mis libros, los empresarios anuncien
que quieren dejar de hacer negocios aquí por las enormes trabas que se han encontrado hasta el momento.
—Además de trazar la historia de cada empresa, usted ofrece en ciertos casos un retrato del personaje.
—Algunos se empeñan más en hablar de sus empresas que de los asuntos particulares y yo lo he respetado. Pero me han gustado mucho las historias de quienes, pudiendo elegir, apostaron por ser empresarios con motivaciones más emocionales. Norberto Díaz (hidráulica) se cansó de trabajar para otros y con más de 40 años emprendió. Lo mismo que Rita Bolaños (Seranca). Ignacio González (Vultesa) quería que la mujer de la que se había enamorado tuviese todo lo que su familia le había dado y que él no podría garantizar con un salario de trabajo dependiente. Luis Gil (Tengroup), Paco Gómez (PIDA) o Fernando López empiezan a trabajar con apenas doce años porque sus circunstancias particulares impedían otra alternativa. O Rodolfo Núñez (Binter), que es uno de los empresarios técnicamente mejor formados de las Islas.
—La lista de entrevistados incluye casos de extranjeros y de españoles no nacidos en Canarias, ¿cree que en las Islas es más difícil o más fácil que los foráneos triunfen?
—Aunque soy crítico con otras cosas y a pesar de los intentos de Coalición Canaria por limitar la residencia, las Islas han sido tradicionalmente abiertas y hacer negocios ha sido igual de sencillo (o complicado) para quienes vienen de fuera que para los de aquí.






