A los sistemas de detección habituales de un nuevo consumo de estupefacientes entre la población, el basuco, también llamado «teke» o paco (pa-sta de co-caína) no les ha disparado ninguna alerta roja. En román paladino, el perfil de marginalidad que envuelve esta droga que hace estragos en barrios pobres de Brasil, Colombia y, sobre todo, Argentina provoca que, de haber ciudadanos en España fumando en pipa -por lo general, de fabricación casera empleando hasta latas agujereadas, desechos de coches o antenas de televisión- esta sustancia, la más impura que existe con el principio activo de la cocaína, hace que el basuco «esté fuera del sistema».
«No hay datos ni indicios ni evidencias constatables de que el basuco se esté consumiendo en España», es la frase más repetida cuando hablamos con la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas. Si bien, su responsable, la delegada Carmen Moya, matiza a ABC que «siempre están en pie todas las alertas ante cualquier tipo de consumo, por incipiente que éste sea». No obstante, abunda Moya en que tampoco la Dirección General de Salud Pública cataloga al basuco como una sustancia «de uso común», así que sería necesaria la confirmación por parte de un laboratorio de que la droga incautada a algunos politoxicómanos por parte de instituciones en contacto a pie de calle con el consumo como ONG, centros de desintoxicación y las Fuerzas de Seguridad es, en realidad, basuco.
No confundir la pasta con la cocaína base
La razón del matiz estriba en que a menudo se presta la confusión de la pasta de coca con la cocaína base, como el crack, proviniendo de distintos procedimientos de «tratamiento» en la maceración de la cocaína. Tal y como explica la doctora Amparo Sánchez, de la Unidad de Drogodependencias que la Generalitat Valenciana tiene en Paterna, el basuco es el residuo químico resultante de mezclar las hojas secas de coca con productos intermedios, como el ácido sulfúrico, el queroseno... Es decir, a la pasta de coca se le unen adulterantes que van desde la cafeína, ácidos, herbicidas, amoniaco, plomo, solventes como la acetona hasta residuos de hidrocarburos, que provocan que el basuco sea la droga más nociva y tóxica para la población vulnerable. Esta profesional explica que «en realidad, los efectos de la toma, de la forma en que se inhalan los humos del basuco, el tiempo en que se alcanzan esos efectos y la intensidad de estos serían los mismos que para cualquier otro clorhidrato de cocaína».
El paco, una bomba para el organismo
Es esa cantidad de adulterantes ocultos la que convierte al paco en una bomba. Como un torrente, se introduce vía sanguínea directamente al cerebro y ocasiona trastornos psicóticos de máxima magnitud, además de problemas pulmonares, cardiacos y vasculares.
Su consumo en barrios marginales hacen que el basuco esté «fuera del sistema»
Y es que el basuco, que se suele consumir por vía respiratoria a través de pipas o sobre la marihuana en forma de cigarrillo, proporciona una estimulación del sistema nervioso central que no dura más de cinco minutos (entre dos y cinco con una dosis menor normal, la conocida en Suramérica como «chasqui»), por lo que el adicto suele adquirir varias papelinas de 1 a 2 gramos a 10 euros cada una, lo que hace de ella la droga más adictiva del mercado.
Una imagen «degradante»
«No creo que vaya a extenderse el consumo de basuco en España porque tiene una imagen muy negativa, similar a la que adquirió -después de su “boom” de los 80- el heroinómano, es una sustancia sumamente degradante como para que la gente quiera que se le identifique con ello», tranquiliza Eusebio Megías.
Pero, ¿cuál es esa imagen, cómo se reconoce al consumidor de basuco? Movimientos espasmódicos en la cabeza y, de forma muy visual, las pupilas dilatadas hasta el extremo son síntomas gráficos de un consumidor de basuco en los instantes de euforia. También son tendentes a la agresividad, a la disforia o principio de angustia y depresión, padecen insomnio y agotamiento, no tienen control en la conducta sexual, llegan a sufrir paranoias y alucinaciones, hasta el punto de que en Argentina, donde la sustancia se hizo popular en las villas más míseras tras el cataclismo financiero de 2001, se conoce a la droga como «el ladrón de cerebros» y a los enganchados a ella, «muertos vivos» debido a su apariencia física quebrada. También, los «petardos» o «pitillos» de basuco inflaman las encías de los consumidores y ablandan los dientes hasta su caída.
El consumo habitual de paco puede producir la muerte cerebral en un periodo que oscila entre los 6 meses y los dos años. La organización argentina Madres en Lucha, conocida porque aglutina a unas 150 mujeres con hijos afectados por el consumo de esta pasta de coca, radiografía la virulencia letal del basuco hablando de que mueren «dos jóvenes por semana» debido a causas relacionadas directamente con el basuco.








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