Ayer, jueves 16 de Septiembre, Benedicto XVI protagonizó el primer viaje oficial de un Papa a Reino Unido (no en simple visita pastoral como es considerada la realizada por Juan Pablo II). Tras aterrizar a las 11.20 horas en el aeropuerto de Edimburgo, el actual Papa fue recibido primero por el Duque de Edimburgo y una formación de la Real Guardia Escocesa, y más tarde por la la Reina Isabel II en el Palacio de Holyroodhouse. La imagen de ambos juntos, como cabezas de la Iglesia católica y del Estado británico, impregna de carácter trascendental el que es ya un viaje histórico.
Juan Pablo II habló del desafío de la vida, del desorden sexual y social, el alcohol y el vicio, como enemigos de la existencia, que debería ser limpia, ilusionada y vigorosa. Por su parte, Benedicto XVI, viajó con la misión de alertar al mundo occidental sobre la intolerancia del relativismo y secularismo, que deniegan un lugar a la religión en la vida pública.
Benedicto XVI, viajó con la misión de alertar a Occidente sobre la intolerancia del relativismo
Mientras, Benedicto XVI hizo frente al desagradable capítulo de los abusos sexuales, y dos más: el anticatolicismo y el antigermanismo. Para despejar dudas, el Papa optó por la siguiente actitud: «anglicanos y católicos caminan en la misma dirección, ser instrumentos de Jesucristo, ser amigos del Señor. La prioridad de Jesucristo les auna, y dejan de estar en competencia».
Tras elogiar el espíritu de tolerancia propio de los británicos y dando muestras de una fuerza física de extraordinaria resistencia, ambos Papas marcaron las portadas de los periódicos con un titular común: «Un encuentro histórico».






