De toda la artillería que ayer se daba cita en ambos bandos, sobre el césped del Calderón, Lionel Messi había sido el mejor. Casi el único. A la primera que tuvo, encaró a De Gea y apuntó el primero para el Barça. Fácil. Muy fácil lo hace él. El Barça se guardaba los puntos inciertos del Calderón, pero a última hora se dejaba la pierna del argentino. Distensión de ligamento lateral interno del tobillo derecho. Los médicos del club descartaron lesión ósea, hoy le realizarán más pruebas, pero «La Pulga», que abandonó el estadio apoyado en unas muletas y con cara de resignación y enfado, apunta a unas dos semanas fuera de los terrenos de juego.
Volverá, seguro, el debate de la protección o sobreprotección de los «cracks». Que sea lo que tenga que ser, pero el mundo del fútbol no debería quedarse sin ver a Messi menearse por el césped de cada estadio que pisa. Ujfalusi fue duro, o no lo fue. Fue a hacer daño, o quizás no... Parece evidente que el empuje del aficionado y la tensión del partido terminaron por reflejarse en la dureza de la acción. Y ocurrió cuando no se esperaba nada más, con el tiempo ya cumplido y en una jugada muy lejos del área de De Gea, que poco antes le había birlado un tanto al argentino en un mano a mano. El hachazo del defensa fue fortísimo y la roja directa, con las imágenes en mano, no merece discusión. Con todo, Ujfalusi fue a pedir disculpas rápidamente a su víctima al término del encuentro, un perdón que consuela mínimamente el dolor y dignifica al infractor, arrepentido en todo momento.
Ayer, en un choque de alto riesgo para el Barcelona —perdió en las tres últimas visitas—, Lionel Messi tiró de galones y demostró una vez más muchas de las cosas que el mejor jugador del mundo debe exponer. Su gol de ayer suponía el octavo en nueve partidos de Liga ante el Atlético, y el undécimo en once enfrentamientos oficiales. Todavía se acuerda el aficionado de la casa rojiblanca, de aquel triplete que el bueno de Messi se llevara de la Copa del Rey en enero de 2009. De hecho, por la puntería que «La Pulga» acostumbra a tener con las porterías del club madrileño, era uno de los temidos de la noche. Pero la velada no debió acabar como lo hizo para el «diez» argentino.
