Pepe montó en cólera contra Cristiano Ronaldo. Xabi Alonso recriminó a Higuaín. Sergio Ramos imploró a Di María... Tres broncas con un denominador común antes del descanso. Tres quejas entre compañeros. Tres toques de atención porque los defensas del Real Madrid reclamaban más implicación defensiva para los delanteros. Los blancos siguen sin encontrar el mismo paso en la labor de la presión. Los hombres de arriba siguen atrapados en una pelea personal por encima del colectivo y el perjudicado sigue siendo el equipo. Mourinho insiste en jugar con tres delanteros (Di María, Higuaín y Cristiano Ronaldo) y con un media punta, una distribución que hace aguas porque los de arriba no sincronizan los movimientos defensivos con los centrocampistas. En definitiva, el Real Madrid se parte. Hace aguas. Se resquebraja de manera incomprensible, sobre todo ante rivales del nivel del Español. Es la pieza que falta por ajustar en el equipo.
Y los responsables son los delanteros. Se olvidan de triangular, de combinar, de hacer paredes porque se pierden en acciones individuales, que casi siempre terminan en contragolpe del contrario, con medio equipo desordenado. Mourinho tiene trabajo extra. Tendrá que obligar a los patriarcas del gol a que miren al compañero que tienen al lado antes de disparar a puerta en posiciones muy desfavorables. La idea de juego exige un esfuerzo físico extra y generoso, además de un compromiso táctico innegociable con el dueño del banquillo.
Cada vez es más patente la división entre Higuaín y Cristiano Ronaldo. Se evitan y quedan retratados en las acciones más transparentes. A la media hora, El Pipa se vio en la frontal rodeado de defensas con CR a su derecha. Pase claro y obligado. Agua. Otro regate y disparo contra un defensa. Ocasión perdida. Más cizaña para el portugués, que anda sobrado de casi todo. Más ansiedad para todos y mayor mosqueo para el resto de jugadores, que ven como los de arriba están más pendientes de mirarse al espejo celebrando un gol que atenerse al guión que ordena el entrenador.
Ansiedad a borbotones. Hartos de ansiedad. El mal endémico de los ahora galácticos. Cristiano Ronaldo marcó de penalti. Como su último tanto, ante el Athletic desde los once metros, en la penúltima jornada de la pasada temporada. Ha tardado casi ocho horas en marcar. Un mundo para un metrosexual del gol. Sigue atrapado en sus tribulaciones. En la misma caverna convive Higuaín. Está acelerado. Desorientado. Superado por una apuesta real ante el gol. Es tan descarado el envite entre ambos que Di María se ha contagiado. Una pelea que quedó sellada hasta nueva orden en el segundo tanto del Madrid. Pase de CR a Higuaín. Hubo suspense en la celebración. Fueron los últimos en saludarse, pero el encuentro acabó con un abrazo, que fue aplaudido por el estadio.
Lo peor es que el Madrid sigue sin jugar bien y no hay paraguas para que se refugien los jugadores que no dan la talla.
