Mourinho se enamoró de Asier del Horno en la primera del año 2005 después de ver un España-Inglaterra en el Santiago Bernabéu. El entonces entrenador del Chelsea lo ubicó en la lista de prioridades para la siguiente temporada y el club inglés pagó 12 millones de euros al Athletic para hacerse con sus servicios. Entonces corrían tiempos de buena amistad. El lateral respondía al perfil del perro de presa con los delanteros. Duro. Contundente. Agresivo. Tenaz. Aguerrido. Un pitbull. Una sombra para los rivales.
De hecho, Mourinho lo encomendó una de las misiones más complicadas cuando el Chelsea se cruzó con el Barcelona en la Liga de Campeones. Sujetar a Messi. Maniatar al jugador más peligroso y decisivo del mundo. El guión establecido entre el entrenador y el defensa acabó con el argentino por los suelos. Un tren mercancías lo arrolló después de hacer un caño a Robben. Del Horno acabó en la ducha y Mourinho lo defendió públicamente después del feo gesto. «En Barcelona, el teatro es bueno», dijo. Eran otros tiempos.
CR en el lío
Luego, cada uno tiró por su camino. Y ayer se volvieron a ver las caras. Ya no había amor. Al revés. Demasiada cizaña y dosis de un rencor no desvelado. Se pudo ver en un lance de la primera parte. Cristiano Ronaldo tiró una diagonal y porfió con el defensa. Asier acabó por los suelos quejándose de una mala acción del portugués. El lance abrió la caja de los truenos. El central Sergio Ballesteros echó más gasolina. Revuelo en el campo con las pulsaciones en cotas poco recomendables. Y en la zona técnica.
Entonces entró en acción Mourinho. Todo el mundo en pie y los focos apuntando su perfil. Se encaró con su antiguo protegido. «Vete a tomar por el c...». Se montó un lío morrocotudo. Del Horno no se calló. Tampoco se mordió la lengua Luis García, el técnico del Levante. Invadió la zona técnica del Real Madrid con el rostro descompuesto para intimidar a su oponente. «Échalo, échalo», gritaba a Delgado Ferreiro. Revuelo de capotes con el colegiado expectante. La tontería de Cristiano casi acaba en trifulca.
Y en medio del enredo el Real Madrid seguía sin dar con la tecla del buen juego. Dispuso de las clásicas ocasiones fabricadas en la parcela individual por encima del fin colectivo, pero Cristiano no estuvo tan vivo como en otras ocasiones. El equipo llegó con orden hasta donde quiso el Levante, pero no hubo sincronización en el último pase. La ausencia mental de Ozil en el encuentro fue un lastre. Sin correa de distribución es imposible que carbure el motor. El alemán ha perdido el rumbo. Ya no encuentra los espacios con tanta facilidad y obliga a que el juego del Real Madrid sea demasiado directo. Lo vio claro Mourinho. Lo envió a la ducha antes del final del encuentro para buscar otras alternativas. La buena, quizás, se llama Van der Vaart, pero el centrocampista holandés ya no está en el Madrid. Se marchó al Tottenham con una patada en el trasero.
El líder entregó el bastón de mando con otra noche negra. Segundo partido en blanco. Como en Mallorca. Un empate que sabe a derrota porque el Levante es un rival que se encuentra en las antípodas del caché del Madrid.






