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Pundonor sin límites

Arteche se rompió el menisco al anotar el gol de la victoria en el último minuto tras una épica remontada ante el Betis

Día 13/10/2010 - 20.26h
abc
Viñeta dedicada a «Superarteche» publicada en ABC en 1983
Domingo 6 de noviembre de 1983. La tarde en Madrid era, literalmente, de perros. La lluvia no cesaba de caer sobre el césped del Vicente Calderón y el Atleti perdía 1-3 al inicio del segundo tiempo ante el Betis. El frío y el marcador invitaban a marcharse a casa, pero los aficionados rojiblancos resistían estoicamente esperando un milagro que comenzó a gestarse cuando el alemán Votava acortaba distancias. Y cuando sólo faltaban cinco minutos para el final, apareció entre el barro la figura de Juan Carlos Arteche.
El central subió a rematar un córner y con un certero testarazo lograba la igualada ante el delirio de los hinchas rojiblancos. Cuando el partido agonizaba, nuevo saque de esquina a favor del equipo entrenado esa temporada por Luis Aragonés. Arteche no se lo pensó y a la carrera se plantó en el área sevillana. Balón por el aire y otra vez la cabeza del defensa cántabro conectó con él para llevarlo al fondo de la portería. La alegría se desbordó en el fondo sur, escenario de la gesta, y los paraguas comenzaron a volar por las gradas para celebrar el triunfo. Poco duró la euforia porque el jugador permanecía tirado sobre la hierba retorciéndose de dolor. Al caer se había roto el menisco y tuvo que abandonar el campo en camilla. Recibió una de las ovaciones más sentidas que se recuerda en el Calderón.
Durante toda su carrera, Juan Carlos Arteche se ganó el cariño y el respeto de sus aficionados a base de sacrificio y esfuerzo. Su interminable pundonor, una de sus grandes virtudes, le permitió recuperarse de aquella lesión, pero en esta ocasión no ha sido suficiente para vencer a la enfermedad que ha acabado con su vida después de años de lucha. «Estoy jugando la prórroga del partido y no sé si llegaré a los penaltis», le había confesado hace unos días a Miguel Ángel Ruiz, compañero durante varias temporadas en el centro de la defensa.
Aunque llegó con 21 años procedente del Racing de Santander, formó parte de un Atlético de Madrid plagado de canteranos y pronto fue un rojiblanco más de corazón. Tras once campañas a orillas del Manzanares, en las que anotó 20 goles, se convirtió en el cuarto jugador que en más ocasiones ha vestido la camiseta atlética por detrás de otros tres mitos en el club: Adelardo, Tomás y Collar.
Con su gran envergadura y un físico imponente, que en ocasiones le valió la fama de duro, «Algarrobo Arteche» demostró siempre tener un enorme corazón y un grandísimo amor por el Atleti. Se convirtió en capitán del equipo y para defender a sus compañeros no dudó en enfrentarse a Jesús Gil y Gil poco después de que llegara a la presidencia. No se callaba ni debajo del agua cuando se trataba de ayudar a los suyos y el presidente no se lo perdonó. Le incluyó en una lista negra, pero la presión de los aficionados obligó a reconducir una relación que, por el fuerte carácter de los dos protagonistas, terminó en los tribunales.
Este fin de semana, como en él era costumbre, volverá a ver a su Atleti. No estará en la grada ni en el palco. Su sitio se encuentra ahora en el tercer anfiteatro, donde comentará las jugadas con otros ilustres rojiblancos ya desaparecidos. Antes, en el minuto de silencio previo al partido, podrá comprobar el gran cariño que le tenían los aficionados y volverá a sentir la grandiosa ovación que recibió cuando se retiró en camilla tras sus goles al Betis.
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