El rostro de Ben Affleck pasa por ser uno de los espejos de la «bobez» más transparentes de Hollywood. Obcecados por ese convencimiento, tengo compañeros incapaces de mirar detrás de un careto que detestan, y que igual puede ser considerado atractivo o bovino en una mezcla con escasos precedentes.
ABC
«The town»
Para agudizar la paradoja, el tipo dirigió un pedazo de película, «Adiós, pequeña, adiós», y ahora reincide con un thriller de atracos a bancos en el que no inventa nada pero lo borda casi todo. Todo eso después de ganar un Oscar ¡como guionista! El escritor William Goldman ironizaba en su día sobre quién les habría hecho el trabajo negro a Ben y a su amigo Matt Damon. Visto lo visto, resulta que quizá fueron ellos.
«The town», traducida de forma exagerada como «Ciudad de ladrones», es una de policías y mangantes de toda la vida a la que un ramillete de enormes secundarios (Blake Lively, Chris Cooper, Jeremy Renner...) aportan pulso y aire de clásico. La ceremonia del gato y el ratón se celebra en un barrio de Boston que ostenta el récord nacional de asaltos (si aquí señaláramos así a algún suburbio saltarían los resortes que ha dejado vírgenes el gremio de escritores).
Cinefilia
La trama criminal, de eficacia implacable, se alterna con un romance más discutible. Nos tragamos a Ben Affleck como director, como guionista y hasta como cerebro de delincuentes, pero que exhiba morritos y se regale a sí mismo un pase de pectorales provoca sonrojo. Y sin embargo, la demostrada capacidad de Rebecca Hall para alternar con actores en baja forma se conjura con una forma de filmar inapelable, un compendio de referentes que al menos demuestra una sanísima cinefilia. Si Jon Hamm está algo crudito fuera del mundo publicitario o el autor de la novela, Chuck Hogan, no alcanza la profundidad de Dennis Lehane («Mystic river», «Adiós, pequeña...») es una cuestión de matices. Pero a falta de un discurso más original, viva el cine de evasión, con o sin victoria.
