Hoy voy a cambiar un poco el tono, pero no mucho el fondo habitual de nuestra cita. Les hablaré de algo que, siendo palpable, no siempre es fácil de expresar. Si acaso, de palabra, pero no tanto por escrito. Creo yo. Sin embargo, lo intentaré.Todos sabíamos de su significado, pero pocos su denominación. Si acaso, algún sinónimo con igual acepción. Yo, desde luego, reconozco que no. Me refiero a la capacidad humana de superación de las adversidades. Todos recordarán el caso de alguna persona, próxima a Ustedes o no o, incluso, muchos de Ustedes que han tenido que afrontar situaciones verdaderamente dramáticas en lo personal.
¿Por qué personas recluidas en campos de concentración eligieron no abandonar esa situación cuando se les ofreció la ocasión? ¿Por qué los padres que ven padecer a sus hijos enfermos dan esas muestras de ejemplo y distinción? ¿Por qué quienes sufren un accidente, con resultado de discapacidad posterior, son generalmente la mejor prueba de superación? La respuesta radica en la existencia de un algo que da sentido a su vida. Algo que supera en potencia a la adversidad. Un algo que puede ser el amor, la amistad, un proyecto de solidaridad o Usted sabrá lo que es en su caso particular.
Ahora entenderán por qué decía que pudiéndose escribir, es más difícil de transmitir. Aunque peor que eso es que uno no disponga o no sea capaz de descubrir ese sentido personal, «su» sentido vital para afrontar y vencer la adversidad. Lo llaman longanimidad y yo lo he conocido esta misma semana en el curso de una ponencia impartida por el profesor de ESADE Alex Rovira, bajo el título «Confianza, Compromiso y Calidad».
Pero la dificultad, más aún que en el ámbito de la reflexión individual, radica cuando intentamos abrirnos paso de lo individual a la colectividad. ¿Qué es lo que necesita una nación para reaccionar? Me refiero, obviamente, a reaccionar trabajando en la misma dirección. Que, empujar, lo que se dice empujar, muchos son los que empujan, aunque con escaso control y últimamente hacia distinta dirección. Quizá porque sean pocos los auténticamente capaces de señalar la mejor dirección.
En ocasiones, las naciones han recuperado su identidad tras una pandemia o, más recientemente en el siglo XX, tras una guerra que les llevó a la ruina absoluta y total. Pero esa situación les sirvió como punto de inflexión para un cambio de actitud y toma de decisión. Sólo así crearemos circunstancias favorables a una recuperación. Ahora, ciertamente, la situación es consecuencia de una causa eminentemente económica. Pero no por ello es muy diferente a cualquier ejemplo anterior. La cuestión tiene que ver con saber encontrar qué es lo que nos une en lugar de lo que separa, diría el ponente. Sólo falta encontrar a alguien capaz de generar esa corriente de opinión.
Ahora, con ocasión de unas elecciones autonómicas de inminente celebración, Cataluña dispondrá de una excelente ocasión. La duda me resulta de ser esta cita una más. Porque diría que nadie lo supo hacer con anterioridad. De todas formas, no olviden el concepto: longanimidad.