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Mourinho contra todos

El técnico portugués, en un arranque vertiginoso con el Madrid, engorda sus números al mismo ritmo que se gana detractores lejos del Bernabéu

Día 16/11/2010
Se agita el madridismo, consciente de que bulle algo después de una travesía casi interminable por las catacumbas. El equipo funciona y solo la plasticidad del Barcelona cuestiona el poderío blanco, cuyo estilo es completamente diferente al arte azulgrana. Maneras de entender el fútbol con una finalidad común que únicamente acepta la victoria en el mes de mayo, no hay vuelta de hoja. El Madrid no se enreda y va directo hacia su objetivo, vertiginoso en su juego de ataque y precavido en la retaguardia. Es el sello de José Mourinho, adorado en el Bernabéu y cada vez más cuestionada su figura lejos de la Castellana. El Madrid va tan rápido en la Liga y en Europa como animadversión genera en los equipos contrarios.
José Mourinho
En once jornadas de campeonato, la guindilla, de momento, la pone Mourinho, encantado con su papel de actor principal, vilipendiado por sus excesos ante las cámaras y sus sobreactuaciones en el campo. Es él contra todo, ya sean números o rivales, y se planta con 29 puntos de 33 posibles a estas alturas, mejor incluso que el curso pasado en donde Barcelona y Madrid rozaron la centena (99 por 96 al término de la jornada 38). Cada día más compacto su equipo, la parroquia asume que este año no hay tanta diferencia entre el Barcelona y los otros, y el clásico del 29-N, lunes, se antoja apasionante. No queda prácticamente nada.
Al entrenador del Madrid le encanta ver cómo abre cada día las secciones de deportes en los informativos, protagonista siempre en las tertulias y dominador, a su manera, de los tiempos. Él decide cuándo se tiene que hablar de un asunto o del otro y jamás se le pilla en un renuncio, meticuloso a más no poder en un discurso en el que jamás se le olvida una coma o un acento. La última pelotera gorda la ha tenido con Manolo Preciado, quien abrió la caja de Pandora al llamarle «canalla» y «mal compañero» después de que el luso cuestionara su profesionalidad al jugar contra el Barcelona con un Sporting, según el madridista, de serie B. Lo dijo entonces y lo repitió a finales de la pasada semana, justo antes de que el conjunto blanco visitara El Molinón, convertido a la postre en un infierno e irritado el personal hasta los extremos, repletas las gradas de pancartas y agitada luego la afición con las caras y los aspavientos de Cristiano Ronaldo. Los portugueses, tan queridos como odiados.
El club se justifica
Por ahí se está creando una red de enemigos el Madrid, pues no a todo el mundo gustan la forma de ser de dos de las figuras más representativas del club en la actualidad. Nadie engañó al Madrid cuando se sentó a negociar con los dirigentes del Inter y saben que Mourinho es así, un hombre hecho a sí mismo. «No le fichamos para hacer amigos, sino para que haga al equipo campeón y está demostrando que es un grandísimo entrenador», se justificó ayer Emilio Butragueño, director de Relaciones Institucionales del Real Madrid. Más claro, imposible.
Si el equipo blanco gana el sábado al Athletic, el preparador añadiría un récord a su envidiado palmarés ya que alcanzaría los 32 puntos tal y como hizo con el Oporto en el curso 2003-04. Números que chocan directamente con actitudes y declaraciones como cuando censuró a los recogepelotas del Mallorca por tener bien aprendida la lección, como cuando se las tuvo con Pochettino (Español) o Luis García (Levante), como cuando dijo no conocer a Gregorio Manzano después de que el sevillista debatiera los métodos del portugués o como cuando encendió a la afición del Milán alzando los tres dedos para recordarles que logró el triplete con el Inter, vecino irreconciliable en una ciudad pasional entregada al fútbol.
Dicen de él, de Mourinho, que es mucho más tímido de lo que aparenta y que en las distancias cortas es cordial y educado, cariñoso a rabiar con sus amigos y con la familia. Hasta la fecha, no se conoce a ningún jugador que haya profesado una palabra fuera de tono sobre sus métodos, ni siquiera los que han sido señalados públicamente. En el Madrid ya ha tirado de las orejas a Benzema, castigó a Pedro León —«¡Ni que fuera Maradona o Di Stéfano!», exclamó— y el último en recibir ha sido Sergio Canales —«No me ha gustado y le puedo decir que juega como trabaja»—.
Así es la esencia de Mourinho, convertido en el enemigo público número uno del barcelonismo desde sus duelos con el Chelsea y acentuada la animadversión ahora que lleva el chándal del Real Madrid. El Camp Nou le espera en dos semanas. «Tal y como la gente lo reciba es como se merecerá este señor», advirtió Sandro Rosell, presidente del Barcelona. Se entiende que no será precisamente con palmas y flores.
ENRIQUE YUNTA
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