La huelga general contra las medidas anticrisis del Gobierno portugués ha conseguido paralizar el transporte y numerosos servicios públicos en el país y ha registrado una alta incidencia en las grandes empresas y fábricas. Los dos grandes sindicatos del país han señalado que tres de los cuatro millones de trabajadores lusos han secundado la huelga y se han mostrado muy satisfechos por el éxito del paro y la fuerza que les da para reclamar mejoras sociales y un cambio de política económica.Según las informaciones de los sindicatos y los medios de comunicación lusos, en la Administración y los transportes, con el espacio aéreo prácticamente cerrado, la huelga contra la política económica del primer ministro, José Sócrates, tiene un seguimiento mayoritario. Sin embargo, el Gobierno de Portugal ha rebajado los calculos sindicales y ha estimado en un 28% la adhesión a la huelga general entre los funcionarios públicos.La ministra de Trabajo de Portugal, Helena André, ha afirmado que no quiere entrar en una guerra de cifras con los sindicatos y ha subrayado la tranquilidad y la falta de incidentes con la que se ha desarrollado la huelga, aunque hubo varios enfrentamientos entre piquetes y policías. Junto a la ministra compareció en una rueda de prensa el secretario de Estado de la Administración Pública, Gonçalo Castilho, quien ha informado de que la adhesión al paro en la Administración fue del 28,35%, aunque en la enseñanza cerraron el 31,5% de los centros y en la sanidad secundó la protesta un 38,5% de los trabajadores.Esta huelga es la primera convocada en 22 años por los dos grandes sindicatos lusos, la Confederación General de Trabajadores de Portugal (CGTP, comunista) y la Unión General de Trabajadores (UGT, socialista), que quieren forzar un cambio de la política económica del Gobierno socialista. Los dirigentes sindicales han anunciado que mantendrán la presión sobre el primer ministro portugués, José Sócrates, y le instaron a reunirse con las centrales y dar prioridad a la creación de empleo y la solución de los problemas sociales del país.
Lisboa, paralizada
Aunque los medios de comunicación, el comercio y las oficinas y empresas de servicios de Lisboa, Oporto y otras grandes ciudades del país seguían funcionando, muchos trabajadores no pudieron ir a trabajar por no contar con otro medio que el taxi. Los accesos viales a las principales urbes portuguesas sufrieron los colapsos habituales de la hora punta pero ni un solo barco realizó el servicio entre la capital y la populosa margen sur del río Tajo que cruzan cada día cerca de medio millón de personas. En las grandes fábricas de esa zona, donde el Partido Comunista luso tiene su electorado más fiel, la huelga era generalizada.Las empresas de ferrocarriles, metro y autobuses de Lisboa y de Oporto se quejaron de incumplimiento de servicios mínimos y, según los huelguistas, el paro afectaba entre un 75 y 90% de los trabajadores. Pero, pese a la escasez de transporte, los usuarios que aguardaban en las estaciones y paradas eran muchos menos de lo habitual, según constataron diversos medios locales. La paralización fue más impactante en los aeropuertos, que según han señalado portavoces oficiales, han cesado toda actividad y se han cancelado los cientos de vuelos nacionales e internacionales que operan a diario en el territorio luso.Durante la madrugada, la recogida de basuras se vio también muy afectada en todo el país y los portavoces la CGTP y la UGT declararon que la participación en el paro "sobrepasa" sus expectativas. El panorama del transporte en Lisboa era desolador, con los accesos al metro cerrados y la estación fluvial y ferroviaria de Cais de Sodre, una de las principales de la ciudad, casi desierta. En las grandes fábricas, como la planta de Volkswagen en Autoeuropa, que ocupa a cerca de 9.000 empleados a 30 kilómetros de Lisboa, o los astilleros navales de Viana do Castelo, los más importantes del país, la paralización era total.El secretario general de la CGTP, Manuel Carvalho da Silva, y el de la UGT, Joao Proenca, expresaron su deseo de que la protesta de los trabajadores portugueses obligue al Gobierno a dar un giro en su política económica. Sócrates ha aplicado este año un severo plan de austeridad, con aumento de impuestos, congelación de pensiones, reducción de salarios y plantillas de funcionarios y recorte de inversiones públicas, para reducir el déficit fiscal del 9,3 al 4,6% en 2011. Sin embargo el Gobierno luso no ha conseguido calmar la presión de los mercados, cuya desconfianza y el temor a que se repita la crisis de Grecia e Irlanda ha elevado la penalización de su deuda a los niveles más altos de esta década.







