Rafa Nadal no especula, no va con su estilo. Asegurada la clasificación al cierre del primer set, decantado a su favor en la muerte súbita, y enfurecido por una polémica decisión del juez de silla, atropelló a Tomas Berdych sin contemplaciones (7-6 (3) y 6-1 en una hora y 54 minutos) y le espera Andy Murray en las semifinales de mañana, ídolo local hasta que se demuestre lo contrario. El otro semfinialista del Grupo A se decide después del Novak Djokovic-Andy Roddick del turno de noche, con más posibilidades para el serbio.
En pleno combate, pegajoso Berdych en el cuerpo a cuerpo, emerge la figura de Carlos Bernardes, el juez de silla de un partido eléctrico hasta ese instante. Al servicio Nadal, 5-6 a favor del checo y 15-15. Cae a plomo una bola de Berdych y Nadal alza la mano, gesto inequívoco de que, a su parecer, ha ido fuera. El árbitro así lo canta un segundo después y Berdych, disconforme, exige que la tecnología dicte sentencia. "In" por un pelo, por un milímetro, pero buena al fin y al cabo. Dispuesto a repetir el punto, Bernardes se lo concede a Berdych, histérico Nadal en su reacción. "Es una locura, es una locura", grita, convencido de que se debe repetir ya que el juez ha sido el que ha cantado fuera por mucho que él no hiciera nada por seguir con el peloteo. Su enfado, morrocotudo, lo traslada al juez árbitro e incluso amenaza con no jugar más. "Calma", le reclaman desde su palco. Respira hondo, vuelve a su posición, y celebra el siguiente punto como si marcara el gol de la Champions en el último minuto. Nadal, más enfadado que nunca.
Por ahí es inabordable el balear. Donde otros se hubieran perdido en batallas sin sentido, Nadal se puso a jugar al tenis y ahí es casi insuperable. Muchísimo más entonado con su saque (4 aces, 70 por ciento de primeros), desquició a un Berdych que se fue hundiendo ante la oposición del número uno del mundo, elástico como nunca para alcanzar los zambombazos del checo. Se llevó el juego decisivo, el que le abría las puertas de las semifinales independientemente del resultado final, y siguió firme por su camino.
En el segundo parcial, amenazó con romperle a Berdych en el segundo juego, salvados los muebles en primera instancia. Cuando volvió a tener la oporunidad, con 3-1, aprovechó un regalo del checo para confirmar su evidente superioridad. Desde ese instante, fue coser y cantar, todavía caliente por aquel lance. A Nadal es mejor no encenderle.