Barça-Madrid es al fútbol el equivalente en literatura a una comparación entre Thomas Mann y su novela La montaña mágica y James Joyce con Ulises. Así que el partido de hoy es Mann contra Joyce. ¿Por qué? Porque el modelo del escritor alemán es perfecto, sólido, sin fisuras, previsible y genial, como el Barça frente al estilo del irlandés errante, imprevisto, simultáneo, fragmentario, inquieto y seductor, como el Madrid. Pep es Thomas Mann y «Mou» es Joyce. El rigor, lo oblicuo, la elaboración templada y horizontal de uno enfrentado a la verticalidad, la imaginación y el creacionismo del otro. Hans Castorp contra Leopold Bloom. Dos estilos, dos estéticas, dos temperamentos, dos geografías, dos historias. Distintas y distantes.
Apunta a ser el derbi más vibrante de las últimas décadas, porque llegan iguales. En ambos escritores el manejo de las palabras es magistral y en los dos entrenadores el control de la situación absoluto. El Madrid debe romper el triángulo de oro barcelonista: Alves, Xavi, Messi. Para ello, Mourinho (Joyce) dispone de Di María (cambiado de banda), Khedira y ¡ay! Marcelo (tan bueno en el ataque como frágil en la defensa, ¿o jugará Arbeloa?) y a esperar el vértigo de Cristiano.
El entrenador madridista, seguro, no repetirá el planteamiento que impuso al Inter, no colocará el «autobus» delante de Casillas porque aquí se trata de demostrar que el Madrid viene a ganar, y un empate también es una victoria. Y Guardiola se ceñirá a su juego, mover y mover, avanzar en espiral, aburrir al contrario y aparición de Messi. Las cartas están echadas. Y el balón, como Dios (Juan Villoro, dixit), es redondo. Por cierto, ni La montaña mágica ni Ulisesterminan bien, pero ¿qué termina bien en estos tiempos tan raros?
Apunta a ser el derbi más vibrante de las últimas décadas, porque llegan iguales. En ambos escritores el manejo de las palabras es magistral y en los dos entrenadores el control de la situación absoluto. El Madrid debe romper el triángulo de oro barcelonista: Alves, Xavi, Messi. Para ello, Mourinho (Joyce) dispone de Di María (cambiado de banda), Khedira y ¡ay! Marcelo (tan bueno en el ataque como frágil en la defensa, ¿o jugará Arbeloa?) y a esperar el vértigo de Cristiano.
El entrenador madridista, seguro, no repetirá el planteamiento que impuso al Inter, no colocará el «autobus» delante de Casillas porque aquí se trata de demostrar que el Madrid viene a ganar, y un empate también es una victoria. Y Guardiola se ceñirá a su juego, mover y mover, avanzar en espiral, aburrir al contrario y aparición de Messi. Las cartas están echadas. Y el balón, como Dios (Juan Villoro, dixit), es redondo. Por cierto, ni La montaña mágica ni Ulisesterminan bien, pero ¿qué termina bien en estos tiempos tan raros?
