«No es solo el dinero; son las experiencias que vamos a perder, el tiempo que hemos gastado en organizar todo y, al final, las ilusiones», explican Jorge A. y Melisa Kindelan, que pretendían viajar con sus parejas, sus hijas —de uno y dos años— y un par de amigos a Miami. Allí, tras una noche de hotel, les esperaba un barco para zarpar, en crucero, hacia el Caribe. En total, ocho personas. Unos 3.000 euros por barba, estiman. «No contamos recuperarlos», zanja ella.
Era lo más repetido ayer en los mostradores de AENA: «¿Qué hay de lo mío?». «Lo mío» es tiempo perdido: cinco días de asueto, un puente en familia o ese ansiado viaje. O la boda de una buena amiga o el funeral de un familiar. O una reunión de negocios. Pero también dinero. Las compañías ya han dicho que solo se harán cargo de reembolsar el importe de los billetes de vuelos cancelados. Y por la terminal 4 de Barajas ayer corría el rumor de que Aeropuertos Españoles tampoco pagará la factura total.
Jorge está «muy decepcionado». «Es que era el primer viaje con la niña», lamenta. Hace seis meses que lo viene preparando con sus amigos. «Planificando excursiones, actividades, hotel y vuelos. Y cuando llega el momento no te puedes ir. No por el estallido de un volcán sino porque alguien así lo decide». Ese alguien son los controladores aéreos que el viernes optaron por dejar sin puente a cientos de miles de españoles. «Cada dos por tres paralizan todo porque sí; ¡que los echen!», pide Jorge. Y reparte culpas: «Si el Gobierno sabe que la lían siempre, que no apruebe ese decreto un día antes». Falta de previsión, se lamentaban muchos. «Siento frustración, el desánimo de vivir en un país de tercera. No es serio», dice Amaia Gómez, que ayer por la mañana madrugó para viajar en coche con su marido y sus dos niños de León a Madrid, donde les esperaba un vuelo a Fráncfort. En tierra se informan de cómo reclamar. Pueden perder unos 1.100 euros que habían destinado «a disfrutar de un puente largo».
Reclamación eterna
¿Qué os han robado? «El dinero y la ilusión del viaje», contesta resignada Mari Cruz, que ayer partió en coche de Vitoria hacia Madrid, con su famlia. Su destino: Tenerife. Un viaje de unos 3.000 euros. Lo repiten año a año en este puente. «Es ya una tradición, y me da mucha pena», dice consciente de que es posible que tenga que dar media vuelta hacia la capital vasca. Está en la infinita cola del mostrador de Iberia y ya ha pasado por la de AENA. Avanzan muy despacio.
Conseguir una hoja de reclamación se hace incluso difícil. El viernes llegaron a agotarse, asegura una joven gaditana que perdió su vuelo a Buenos Aires para reencontrarse con su chico y ver la boda de su cuñada. Hay que echar además varias horas en la fila para poder entregarla. Cuando ayer se reabrió el espacio aéreo, esas esperas aumentaban con la llegada de los españoles «retenidos» en el extranjero, que, según narran, no podían reclamar en sus aeropuertos de origen. Quizá ahora. Aunque la factura se antoja desmesurada. «Han hundido al país», clama Jorge, el joven que se perderá ese viaje al Caribe que llevaba seis meses esperando. Y relata pérdidas en aerolíneas, hostelería… «Si son tiempos duros, lo son para todos», espeta.







