Esta clase de partidos están para lo que están: para casi nada salvo para ver a los chicos que suelen calentar el banquillo. La segunda unidad que se dice, unos jugadores que han sido denostados generalmente si se les compara con los titulares. Ayer, sin nada más que 800.000 euros en juego, calderilla para el Madrid, la segunda unidad mostró mejor cara.
Había cosas que mirar bajo el microscopio: a Dudek, después de estar sin jugar desde Alcorcón; la pareja formada en el doble pivote por los dos Diarras, a Pedro León, al «pirata» Granero, a ver si despertaba Benzema y... a Cristiano, que no se pierde ni los partidos de chapas, tal ansia tiene de balón, goles y gloria.
Tuvo intensidad el Madrid ante un equipo un poco timorato al principio, pero más desmelenado después de recibir el primer gol, uno de esos caracoleos que hace Cristiano que marea hasta al recogepelotas para acabar mandando un centro que Benzema remató con un cabezazo a la remanguillé, diez de dificultad y cero de estética pues cayó rodando como un señor mayor vestido de cebolla.
El Madrid estuvo bien, jugó con mucha intensidad, rapidez en algunas acciones y con gran dinamismo, todo el que le dio Lass, que parece un hamster en una jaula de medio metros, pues se mueve y revuelve como si le faltara el aire. Estuvo mucho mejor el Diarra pequeño que el grandote, que tiene una especialidad facilidad para hacerse el antipático. No hace nada del otro mundo, a veces roba para luego dar pases a un metro (como cualquier vulgar «cinco» de los que hay a patadas en todos los equipos) y luego solo destaca por dar unas patadas feísimas, como el pisotón de pésimo estilo y más que dudosa intención a Birsa, al que no mandó al hospital de milagro. Un acción innecesaria en un partido como este.
El que salió mejor (y peor al mismo tiempo) del envite fue Dudek, que cuando despertó el Auxerre se convirtió en el héroe del partido con paradas espléndidas, casi siempre a tiros del mismo, de Oliech, que dejó en evidencia a Marcelo. Fue Dudek el que salvó las castañas del fuego hasta que cayó noqueado por un «hombrazo» de Contout y tuvo que retirarse cuando paladeaba las mieles de la gloria. El Bernabéu, que ha oído del buen comportamiento de su portero, le despidió con una ovación de esas que levantan muertos.
Despierta Karim
La primera parte fue un poco de postín. Dominó el Madrid casi todo el tiempo, pero estuvo a expensas de los arreones del Auxerre, encomendado a la potencia y velocidad de Oliech, el mejor de su grupo. En el Madrid, gran trabajo de Lass y cositas de Albiol, Pedro León, Granero y Benzema. Cristiano apareció poco, reservado para cuitas de mayor grado.
Cristiano y Marcelo reaccionaron en la segunda mitad y nada más comenzar una combinación entre ambos mató el partido, si es que ya no estaba muerto antes de nacer.
El choque quedó para los detalles, y el mayor de ellos fue Benzema, que despertó la bestia que lleva dentro alentado por los pases de Lass. Un gran centro de este lo convirtió el ariete en oro con un excelente control y gran remate. Luego puso la guinda con un cuarto gol de gran brillantez mientras en el campo quedaba otro detalle: ese Sarabia tiene ademanes y maneras muy a tener en cuenta. Bueno para el Madrid.






