De forma progresiva e imparable, la experimentación sonora va ligada en Enrique Morente a la superación de la métrica tradicional y la interpretación de esquemas musicales cada vez más ajenos a la combinación de estrofas de los cantes tradicionales. Son los versos que no desembocan del «Poeta en Nueva York» de García Lorca los que permiten a Lagartija Nick dramatizar con su distorsión eléctrica el cante del artista granadino, cuyo soberbio «Omega» fue reeditado en 2008 con una pieza grabada junto a Sonic Youth, aristócratas del noise neoyorquino con los que hace unos meses volvió cruzarse en Móstoles para ejecutar una destartalada performance.
Y fue Picasso el que, con su prosa abstracta, llevó a Morente a probar hace dos años suerte con los samples y los laptops, audibles y visibles en sus más recientes conciertos. La electrónica fue la última frontera, apenas transitada, de un autor al que los poetas del 27 abrieron las puertas de un ensayo de formas sin estructura y sin otro norte que el desafío. Enrique Morente cantó hondo, pero también cantó largo, dejando que el silencio, el ruido eléctrico y la interferencia sintética entrasen y modificaran uno de los discursos más hermosos y valientes de la vanguardia española.






