Con el falso dilema del fichaje de un delantero centro para el Madrid, que sustituya al lesionado Higuaín, se ha inaugurado, en las «entrañables» fechas navideñas, algo semejante a lo narrado por William Makepeace Thackeray en «La feria de las vanidades» (1848), con los correspondientes baile de nombres, las declaraciones enfrentadas y los no saben no contestan. Para Mourinho, que es el que tiene que dar la cara frente a la afición, los medios de comunicación y los resultados, la cosa está clara, Benzema es un chico con posibilidades, pero, por ahora, con posibilidades y la Champions, la Liga y la Copa no están para ensayos, ni para esperas. Para otros, que, uno supone, seguirán en el Madrid, sea la suerte que sea la de Mou, por ejemplo Valdano, lo del delantero centro no es una prioridad.
El presidente pide tiempo y Pardeza, lo que le digan. Pero, así, al menos, los madridistas tienen de qué hablar, que si Llorente, que si Adebayor, que si Tévez, que si Dzeko, que si Lukaku o, por qué no, Almeida.
Thackeray, unos años después escribió «Memorias de Barry Lyndon» (1856) que Stanley Kubrick llevó, magistralmente, al cine en 1975. La historia del viejo Barry era un desafío al destino, pero, ingenuo, no sabe que el destino siempre termina poniéndote la zancadilla.
Así que de la guerra de «egos» en el Madrid, que tan documentada está, puede pasarse de «La feria de las vanidades» a «La hoguera de las vanidades» (1987), por recordar el título de la gran novela de Tom Wolfe. Sabemos que de feria a hoguera, en el fútbol, hay un paso, y este asunto del supuesto delantero centro fantasma, puede convertirse, sin que nadie lo quiera, en el primer pulso. Lo que nadie adivina es de quién contra quién; como en las películas.
