ignacio gil
Carmen Garrido
El Met de Nueva York acaba de «descubrir» un nuevo velázquez. Parece que salen debajo de las piedras...
-Este «Felipe IV» siempre ha sido discutido. Hace tres días, el New York Timesnos pidió imágenes y radiografías del Felipe IV del Prado. Conozco muy bien el cuadro del Met. Cuando viví allí en 1991 lo estudié, y no digo ni que sí ni que no porque necesito ver las pruebas. Hay que analizar los cuadros poco a poco.
-¿Velázquez es el pintor más grande para usted?
-En el mundo debe de haber unos 120 cuadros suyos, y la mitad están en el Prado. Es un genio absoluto.
-¿De qué están hechos sus ojos?
-Tengo rayos X en la mirada. Y así, en Velázquez, he comprobado cómo es su técnica pictórica. Miro un cuadro y pienso: ¿cómo será lo que hay debajo? Me atraen esas capas transparentes, que se van sumando. Eres capaz de llegar a comprender a lo mejor un 80 por 100 de lo que hacen los pintores.
-Usted fue quien primero analizó el Guernica.
-Es un honor para mí. He llegado a analizar desde los primitivos flamencos europeos hasta la obra maestra de Picasso cuando fue devuelta en la Transición democrática, como era su deseo. Y a la escuela veneciana, la flamenca del XVII, Rubens, Tiziano, Tintoretto, el Greco —del que publicaré un libro sobre su técnica—, Rafael, Goya —he estudiado más de 80 cuadros—; las grandes obras maestras.
-¿Existen los secretos de pintor?
-Sí. A la gente lo que le fascina cuando hace una radiografía es ver si hay otro cuadro debajo. Por ejemplo, La condesa de Chinchón, que descubrimos, estaba pintada sobre un retrato de José Álvarez de Toledo, el entonces duque de Alba, y otro superpuesto de Godoy, totalmente terminados.
-¿Y cuándo descubrieron lo que ocultaba?
-Cuando se estudió para comprar la obra. Miguel Ángel Cortés, secretario de Estado de Cultura, y yo mostramos la radiografía del cuadro al titular de Educación, Mariano Rajoy. Le enseñamos los dos retratos de los caballeros y los giramos 180 grados para ver a la condesa. Le dije: «Ministro, tres goyas por el precio de uno, así que no es tan caro».
-Su vida «nocturna» entre cuadros es legendaria.
-Entre otras anécdotas, yo pasé una noche con Inocencio X. Inmaculada Echevarría, colaboradora mía, y yo nos quedamos a solas, en el Prado, con el cuadro para hacerle la radiografías y demás estudios técnicos; lo teníamos de tú a tú, sin el marco, que es cuando de verdad se disfruta la pintura. Y nos dieron las tres, las cuatro, las cinco. Esa noche la tengo entre mis mejores recuerdos.
-¿Por qué el artista pinta encima de lo pintado?
-Bien porque no le gusta lo hecho o por reutilizar una buena tela para trabajar con mayor rapidez. Velázquez lo hacía, Tiziano, muchos. Bajo Mariana de Austria, existe un retrato de Felipe IV. Con los infrarrojos vimos los mostachos... ¡Si muchos de los reyes supieran lo que han hecho los pintores!
-De los tres mil cuadros, como doctora de cabecera, que han pasado por sus manos, ¿alguno falso?
-En el Prado aún no los hemos encontrado. De otros que han venido de fuera para su restauracion y estudio, como del Greco, sí hemos localizado alguno. De Goya, Tiziano... hay cosas mal atribuidas por ser copias de taller. Aquí, en el Prado, donde hay más de 7.000 pinturas catalogadas, excelentemente guardadas, se trabaja con cuadros seguros.
-Y con Jonathan Brown, el gran historiador, pasó varios lunes no al sol, sino subida en escaleras...
-Sí. Con motivo de nuestro libro sobre «Velázquez, técnica y evolución». Jonathan, con mis compañeros, sujetaba la iluminación... y yo allí haciendo fotos. Con el objetivo de una cámara se estudia la pintura fenomenal; ves cosas que no aprecias con los ojos. Allí, entre grúas... fue fantástico. Y yo tengo ¡vértigo! En un año y tres meses me jubilo.
-Por el bien del arte, habría que clonarla.
-Pero a otros no les da pena. Mi hija pequeña me dice: «Bueno, ¡ya te meterás en otra!».
-¿Qué es lo más importante del Museo?
-Las pinturas. Que nuestro paso sea bueno para que ellas puedan conservarse en el futuro.
