Año nuevo, idénticas dudas. Finiquitada la tregua festiva, la realidad de los mercados se merienda los propósitos de enmienda y la deuda española, trastabillada, vuelve a las andadas. Ayer el diferencial del bono español a diez años con el «bund» alemán llegó a rozar los 270 puntos básicos y su rentabilidad se elevó hasta el 5,56% (263 y 5,5% al cierre de la sesión bursátil). Las cifras se colocan de nuevo a los niveles del 30 de noviembre del año pasado, en plena resaca del rescate irlandés, aunque aún no superanla cima de los 300 puntos que rozaron sólo un día antes. En todo caso, vuelven a estar muy por encima de los márgenes registrados en las últimas semanas de aparente calma. El daño está hecho: el germen de la incertidumbre ha vuelto a emponzoñar el ambiente. Y sólo se respira desconfianza.
La mayor parte de los analistas señala que, además de pagar por las dudas sobre el resultado que arrojarán la próxima semana las primeras subastas del año en los castigados países periféricos, nos arrastra especialmente la inercia de Portugal, que sigue nadando contra la corriente generalizada que la empuja hacia los riscos de un inminente rescate. Los cantos de sirena de la ayuda financiera desde Bruselas restallaron después de que el miércoles el Tesoro luso colocara 500 millones en letras a un coste un 80% superior al de la última emisión. Y se hicieron ensordecedores ayer con el anuncio de que Lisboa intentará dar salida el miércoles a entre 750 y 1.250 millones en obligaciones a 3 y 10 años, lo que, en el el lodazal de suspicacia en el que está atrancado el vecino luso, suena a punto de partido. Y mientras la pelota golpea el borde de la red y duda sobre el lado en el que caer, ayer, los intereses que soporta la deuda pública portuguesa superaban sus máximos históricos al cierre de los mercados, hasta el 7,19%. a pesar de que el BCE habría comprado obligaciones lusas a corto plazo.
De nada sirvió que el primer ministro, José Sócrates, anunciara que el país va a cumplir su objetivo de déficit (7,3% del PIB) para 2010 y que también duplicó su crecimiento (hasta un 1,4%). Portugal es un 1 fijo en todas las quinielas alarmistas.
Semana clave
Pero no sólo de Portugal se alimenta el recelo del inversor. Su onda expansiva se extiende a todos los estados del sur de Europa, que la próxima semana, nada más comenzar el año, tienen que pasar ya sus propios exámenes finales con la sensación de que nadie tiene los deberes del día a día medio hechos. España se estrena el jueves 13 con una colocación de bonos a cinco años que, a falta de confirmación oficial, fuentes del mercado calculan que oscilará entre los 3.000 y 4.000 millones.
Grecia también tiene previsto para el martes una emisión de Letras del Tesoro para obtener 1.500 millones a seis meses, en un momento en el que la rentabilidad de su deuda, después de tantos dimes, diretes y rescates, está otra vez en máximos: 976 puntos básicos. Italia, cuyo diferencial también coqueteó ayer con su récord histórico, tratará de colocar el viernes 7.500 millones en deuda a un año.
El recalentado caldo de cultivo está preparado, y resulta bastante espeso, aunque el Gobierno español intentó enfriar ayer el escenario. Alfredo Pérez Rubalcaba reconocía que los mercados estaban «especialmente volátiles», pero emplazaba al cierre de la jornada para evaluar la situación. Pero el respiro no acabó de llegar. De hecho, la Bolsa madrileña cerró la semana con un retroceso del 3,03% (-1,46% en la jornada) y por debajo del techo de los 9.600 puntos. El euro tampoco fue inmune al estado de nervios generalizado y ayer tocó su mínimo de cuatro meses respecto al dólar, 1,2937 dólares.
Además, nuestro país recibió ayer tres nuevos tarascadas de distintos organismos y analistas internacionales, más otro genérico y duro aviso para navegantes, a cargo de Jean-Claude Trichet. El presidente del BCE aparcó su tibieza para cargar contra las «insuficientes» reformas del marco regulatorio de la UE planteadas por los líderes europeos, a los que instó a «cumplir con sus obligaciones al completo», ya que la política monetaria no puede reemplazar su «irresponsabilidad». Trichet subrayó además la necesidad de que en 2011 se concreten «avances significativos» en la reducción de los déficit, así como en la construcción de un eficaz marco de gobernanza económica en la Eurozona.
Nos vigilan
Mientras, Bruselas confirmó ayer que una delegación de nueve eurodiputados de la nueva Comisión Especial sobre crisis financiera del Parlamento Europeo visitará Madrid el jueves para analizar la situación española y elaborar un informe que será votado en la Eurocámara. La presencia de los parlamentarios, que antes visitarán Portugal, tiene como objeto analizar el alcance de la crisis y proponer «medidas adecuadas» para reconstruir a largo plazo unos «mercados financieros sanos y estables».
Además,la consultora británica CMA se descolgaba situando a España en la lista de los 10 países del mundo con mayor riesgo de impago de la deuda soberana y le atribuyó la segunda peor evolución financiera en el último trimestre de 2010. España es séptima en el indeseado «ranking», sólo por detrás de Grecia, Venezuela, Irlanda, Portugal, Argentina y Ucrania. Y para acabar de perfilar un escenario de sombras, el informe «Global Equity Outlook», elaborado por Citi, asegura que la economía española se contraerá un 0,1% este año, para pasar a una ligera recuperación del 0,2% en 2012, muy por debajo de la media estimada para la Eurozona (situada en el 1,4% para este año y en el 1, 2% para el próximo) y de las previsiones del Gobierno (1,3 y 2,5%). Cifras inquietantes para saludar una nueva semana infartante.







