Incomprendido en vida y maldito después de su muerte. Así podría describirse la personalidad de Óscar Domínguez, uno de los artistas más rutilantes del siglo XX en las Islas, con afamada estela internacional y al que, sin embargo, la mala suerte persigue tras su fallecimiento. Por razones diversas, las instituciones no han logrado darle el lustre que su obra merece, con algún que otro fracaso sonado, como el de la película que en su honor dirigió el tinerfeño Lucas Fernández por más de cuatro millones de euros.
La desafección por la figura del pintor surrealista ha llevado, por ejemplo, a que su casa natal, ubicada en la céntrica calle Herradores de La Laguna, se haya convertido en una tasca que al menos se ha permitido la licencia de mantener una placa conmemorativa. Lo mismo ocurre con la otra vivienda de su infancia situada en Tacoronte, que sigue en manos privadas. Es tal la desgracia que persigue al personaje que ni siquiera la obra de mayor relumbrón que le esperaba, el Instituto Óscar Domínguez, mantiene hoy su nombre. Caprichos políticos han acabado con un cambio nominal en favor de un más vanguardista y mercadotécnico TEA (Tenerife Espacio de las Artes) pese a más de una década de esfuerzo encargado al equipo de arquitectura Herzog&DeMeuron. La última esperanza, no obstante, es la prácticamente derruida residencia de verano situada en el acantilado de Guayonge, muy cerca de la playa de Mesa del Mar. Lo que en su día fue un imponente castillete es hoy un pequeño edificio semiderruido que nubla la vista a los tacoronteros.
Fue el refugio veraniego de un joven Óscar Domínguez, que disfrutaba con los espectaculares atardeceres y los baños en la zona de La Hondura. Los lugareños más veteranos recuerdan las ruinas actuales como una casa con un gran torreón blanco que sobresalía, imponente, de entre los frondosos cañaverales y plataneras. Al estar ubicada en un lugar tan inaccesible, el padre de Domínguez ideó un funicular para transportar plátanos y materiales que aún hoy debe funcionar. En la memoria colectiva del pueblo se recuerdan buenas y animadas fiestas veraniegas.
Cesión gratuita
En la actualidad, el viejo castillete sigue en manos privadas, pero la Comisión de Ordenación del Territorio y Medio Ambiente de Canarias (Cotmac) ya ha empezado a revisar la Unidad de Actuación Óscar Domínguez. Incluida en el Plan General de Ordenación vigente del municipio, está sujeta a un plan parcial que a su vez está afectado por el Plan Especial del Paisaje Protegido de Costa de Acentejo. Lo que se analiza ahora, entre otras cosas, es la alegación que realizó en su momento el Ayuntamiento de Tacoronte para que el castillete se convierta en un centro de visitantes. Se trata, según comenta a este periódico el concejal de Urbanismo, José Daniel Díaz, de que la Cotmac admita el inmueble como equipamiento, tal y como ha sucedido con el camping cercano. Si se aprueba la propuesta, el consistorio va a recibir en propiedad y de manera gratuita la franja del acantilado situada entre los barrancos de Guayonge y San Jerónimo. Ante el notable deterioro del inmueble y la imposibilidad de desarrollar la zona urbanísticamente por encontrase en pleno Espacio Natural Protegido, los propietarios han optado por la cesión sin contraprestaciones con el fin de que las instituciones se hagan cargo de su restauración y mantenimiento.
Si se consiguieran los recursos económicos necesarios (malos tiempos ahora, desde luego) el castillete acabaría reconvertido en un centro de visitantes turístico-científico (en virtud a los reclamos arqueológicos de la ladera) que de alguna u otra manera sería la guinda al pastel del litoral tacorontero, con una extensa red senderos que «morirían» en la antigua casa de verano de Óscar Domínguez.