Barcelona
3
Racing
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Otro soliloquio del Barcelona en una Liga que suena a abuso. No encontró interlocutor en el Racing, un equipo plano y sin grandes pretensiones. Quedó certificado que la derrota culé ante el Betis obedeció a la euforia de los verdiblancos, instalados en la ola. Este sábado volvió el Barça a su normalidad, la de los partidos sin color, enemigos desarmados y marcadores por encima de la media.
Empeñado en derribar algunos tópicos que sostienen la parafernalia del fútbol, el Barça no descansa. Empezó el partido y nueve jugadores del Racing retrocedieron hasta su área. Hasta allí acudió el Barcelona con la pelota grapada al borceguí para percutir contra el papanatismo que hace proselitismo de la nada. Combinó, tocó Messi, hizo la pared con Villa y frente a un ejército de piernas, destruyó la vulgaridad de una defensa cerrada.
Cuantas veces se ha escuchado esa excusa, ese lugar común de la acumulación de hombres en una zaga, de los marcajes pegajosos y demás. Del fútbol es así. Una de las mayores virtudes de Guardiola, además de las envidias que genera, es su falta de afectación. No es presuntuoso ni extravagante, a pesar de haber propuesto una maravilla.
El Barça marcó en el minuto uno, en probable fuera de juego de Pedro para más escarnio de todo aquel que maquilla con la patraña de las ayudas arbitrales el fantástico juego del Barça. Antes de que Messi consiguiese el segundo gol en un penalti ridículo de Henrique a Villa, el equipo de Guardiola se presentó varias veces nariz contra nariz frente al portero del Racing. fallaron Pedro, Adriano, Messi y también Villa. Si no hubo un 4-0 en el descanso fue porque Dios no lo quiso.
El grado de confianza del Barça en su plan quedó fotografiado en el destello de Abidal. El francés se vio agobiado en un córner por varios enemigos y la sacó limpia, toque a la derecha después de un regate, de Puyol a Xavi y de ahí al área de Toño. Y vuelta a empezar.
Convencido el Racing de que tenía la tarde libre en Barcelona, el partido derivó hacia Toño sin remedio. Salvo alguna aparición esporádica de Adrián y su zancada, el Barça desplegó todo su repertorio. Más rondos, más velocidad del balón, más heridas en el adversario. Marcó Iniesta previo taconazo de Pedro en el punto de penalti. Otro lujo en un partido sin mancha.







