Se necesitan más que nunca. Unos, para justificar ante la sociedad una de las reformas más impopulares, y otros, porque ya no hay cuerpo para huelgas generales. Las pensiones había que pactarlas sí o sí y el empeño ha sido mayúsculo.
Las negociaciones entre el Gobierno y los sindicatos han sido tensas y muy complicadas, han estado al borde de la ruptura, se han recuperado y han vuelto a caer, pero han acabado en final feliz.
Técnicos, ministros, vicepresidentes... prepararon el camino, pero fue la mano del presidente la que tejió con Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo un acuerdo en pensiones que desde Europa reclamaban a voces.
Ni Valeriano, ni Salgado ni el mismísimo Rubalcaba pudieron ponerse de acuerdo con Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo en la medida más polémica, la que ha condicionado y ha sido determinante para sellar el retraso en la edad de jubilación a los 67 años.
El tiempo apremiaba porque la hoja de ruta marcaba el viernes 28 de enero, hoy, para aprobar en Consejo de Ministros la reforma y, como hiciera el pasado mes de julio, en vísperas de la reforma laboral, aunque esta vez con final feliz, Rodríguez Zapatero citaba a cenar a Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo al filo de las nueve de la noche en el Palacio de la Moncloa para hacerles la última propuesta, la que sólo él podía hacer, la que horas después daría paso al ansiado acuerdo en pensiones. «Ni pa tí, ni pa mí». No serían ni los 38 que reclamaban los sindicatos ni los 41 que ofrecía el Gobierno. Los años de cotización necesarios para poder jubilarse a los 65 quedarían en 38,5.
Lo que viene detrás se llama pacto. Y esta vez sí que habrá foto. La cita. el próximo miércoles, el 2 de febrero, después de que las direcciones de UGT y Comisiones de Obreras den el visto bueno al acuerdo.








