MADRID / DAVOS (SUIZA)
Confirmando que en la necesidad se conoce la verdadera amistad, Gobierno y sindicatos han sellado la tregua definitiva a la guerrita fría que desembocó en la desapasionada huelga general del 29-S y que amenazaba con recalentarse por los vaivenes de esa dilatada y confusa historia de intriga, con ribetes de folletín, en que se había convertido la negociación del nuevo sistema de pensiones.
Como ya reveló ayer ABC, el desenlace del nudo atragantado se fraguó en una cena en Moncloa en la que Zapatero, Toxo y Méndez consiguieron encontrar, a los postres y sobre la campana, el equilibrio de aparentes renuncias y pequeñas conquistas para que la historia no tuviera vencedores ni vencidos. Empate técnico en aras del mal menor. Los sindicatos se liberan de escenificar otro paro de incierta repercusión y Zapatero logrará la ansiada «foto de consenso» cuando el miércoles las direcciones de UGT y CC.OO. formalicen el «sí quiero» al fin de las hostilidades temporales.
Es más, la instantánea podría tener su particular «replay» sólo un día después, porque, como ayer confirmaron fuentes del Ejecutivo a Ep, Toxo y Méndez han sido invitados al almuerzo con el que el presidente agasajará el miércoles en La Moncloa a Angela Merkel, que estará en nuestro país la próxima semana para presidir la 23 Cumbre Hispanoalemana. Si finalmente confirman su asistencia, los dos líderes sindicales compartirán mesa y mantel con la misma figura política a la que en los últimos meses han señalado como actriz activa y recurrente sospechosa habitual de la crisis existencial del zarandeado euro. Sin ir más lejos, durante su discurso del Primero de Mayo, Toxo llegó a calificar de «mezquinos» los «intereses electorales» de la canciller alemana, «que están impidiendo que la UE pueda salvar a Grecia». En la misma cita, Méndez tiró de la vieja máxima de Gary Lineker para proclamar que, así en el juego de la economía como en el del fútbol, «pase lo que pase, siempre ganará Alemania junto a los mercados financieros».
Pero ya sea por goleada o de penalti injusto, Merkel parece empeñada en liderar el futuro de la Eurozona con la austeridad como bandera. En su discurso de ayer en el pleno del Foro de Davos, la canciller recordó las críticas recibidas por su programa de ajuste, para a continuación afirmar que «hemos tenido una experiencia muy interesante en estos dos años: hemos recortado el gasto y hemos tenido un crecimiento del 3,6% el último año».
«Fui criticada. Me dijeron que Alemania debía contribuir al crecimiento. Y que si consolidábamos el presupuesto pondríamos en peligro el crecimiento», aseveró Merkel, que no pudo reprimir una sonrisa ante la equivocación ajena, o «schadenfreude», ni tampoco esa otra debilidad paisana por aleccionar y ponerse como ejemplo.
En esto sólo era segunda con respecto a su homólogo británico, David Cameron, quien puso como ejemplo a su Gobierno en la vía de recortes de gasto y abogó porque la prioridad de la UE sea acabar con el formidable endeudamiento de sus miembros. Merkel coincidió en que el exceso de deuda pública es «la mayor amenaza» para la prosperidad de Europa, aunque negó que exista una crisis de la moneda única y reiteró el órdago de Sarkozy al asegurar que «si fracasa el euro, fracasa Europa». Sin embargo, el secretario norteamericano del Tesoro, Timothy Gaithner, advirtió contra recortes «no razonables» en tiempo de fragilidad y de su posible efecto sobre la recuperación económica.
