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Fútbol / LIGA BBVA

Colorín, colorado, este cuento...

Al Madrid se le va la Liga en un partido en el que no tuvo ideas ni claridad ante un Osasuna vibrante, aguerrido y con mucha raza

Día 31/01/2011 - 11.36h
Osasuna
1
Real Madrid
0
Al Madrid se le fue buena parte de la Liga en un Osasuna-Madrid de los de antes, sin tuercas ni tornillo que tirarle a Míchel, pero con la misma garra, fuerza y tensión de siempre. Eso sí, fútbol muy poquito, que no está ninguno de los dos para que se le caiga el mismo de los bolsillos.
El Madrid apareció sin Marcelo y, peor aún, sin Xabi Alonso, convaleciente de un proceso gripal. Mal asunto. A Marcelo se le suple con la mayor concentración defensiva de Arbeloa, que incluso es mejor según qué partido se dispute. Pero Xabi Alonso son palabras mayores, sobre todo si Mourinho se inclina por Lass en vez de por Granero, que daría más fútbol al equipo. Con dos dragaminas en el medio campo como Lass y Khedira, el Madrid se descosió: nula fluidez, escasa transición y la desaparición de hilazón entre líneas.
Al Madrid le costó elaborar, llegar con claridad y jugar con un mínimo de ideas. La presión de Osasuna, buena y esforzada, colaboró a la espesura blanca, pero eso conllevó que se acercaran muy poco a Casillas, que vivió con cierta tranquilidad. Salió poco el equipo de Camacho, a expensas de lo que hiciera Camuñas, que es su jugador de más calidad.
Se le suponía al Real más dominio y control del choque, necesitado como está de no perder la cuerda del Barcelona. Pero hay algo extraño en el equipo, una especie de halo que empieza a sonar a resignación, la del que ve que al rival no se le aprecia ni un solo resquicio, ni una señal de debilidad. Ir a rebufo sin apenas esperanza de alcanzar al líder es complicado, quema la esperanza, los músculos y las ideas. Al Madrid se le vio poco convencido de su ataque, de su hacer y, en suma, de su fútbol, que ha menguado bastante en las últimas semanas.
A pesar de todo esto, de ese dudoso estado anímico, al equipo le dio para tener tres o cuatro ocasiones claras de gol, desde luego mucho más que las de un Osasuna timorato, más esforzado en la destrucción que en la creatividad. Además, en el Madrid se vieron detalles alarmantes: carreras sin un final fresco de Cristiano, detalles sin continuidad de Benzema y aceleración excesiva de Di María. Solo Ozil tuvo temple, «tempo» y técnica para desenvolverse con claridad en el caos que era el partido.
Olor a peligro
El encuentro, a qué negarlo, empezaba a oler peligrosamente para el Madrid. A chamusquina almeriense concretamente. Pérdidas de ocasiones, juego tosco de los blancos y un dudoso caminar por las llamas. Y volvió a quemarse. Entró Camuñas por la diagonal y encontró un balón en la frontera del fuera de juego, pero sin que hubiera un haz de luz entre él y Albiol que invalidase la jugada. El delantero no perdonó y el Madrid se encontró ante el Everest y sin tiempo.
Pasó lo de siempre, calco de lo de Almería: las prisas, la precipitación y el juego cuco de Osasuna que cada vez que se acercaba el Madrid se encontraba con balones tirados desde las gradas para que se parara el juego. El Real hizo lo de siempre: jugar con la intensidad y desesperación que no había tenido antes. Son malas consejeras las prisas se dice, y más cuando ves como la Liga se te escapa entre las manos por falta de concentración, de enjundia y de fútbol en general.
Estuvo cerca el Madrid de empatar, pero más cerca estuvo Osasuna de mandar al Madrid al hoyo en un balón que sacó Arbeloa con el gancho. Osasuna, al que le iba la vida en este partido para huir del infierno, se cerró con vida y alma, sin dejar un espacio, sin que el cansancio asomase porque veía la luz, la misma que se le apaga al Madrid porque ya son siete los puntos que le separa del Barcelona. Tal y como está jugando uno y otro es una distancia sideral.

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