Mismo Barça, mismo Atlético

La rutina del Barcelona, tan estético como de costumbre, enterraba esta vez al Madrid de Di Stéfano, cuya gesta en el curso 1960-61 pierde buena parte de su valor ya que hay un equipo estadísticamente mejor. El Barça de Guardiola, pues así será recordado para la eternidad por el distintivo toque del personaje, marca el enésimo hito con su decimosexta victoria consecutiva, nueva entrega de fútbol de salón con otro recital de Messi, tan bellos sus goles como incalculable el trabajo de todos los que le acompañan. No hay nada nuevo en este Barça y tampoco en el Atlético, consumada su caída libre sin que se atisbe el fin del pozo por el que transita peligrosamente. Estirado en la clasificación, el Barça camina solo y ya nadie se ve con cuerpo como para plantarle cara. Es demasiado superior. [Narración y estadísticas]

En su fastuosa racha, repleta de goles y de noches preciosas como la de este sábado, el Barcelona también ha convertido las visitas del Atlético, tan imprevisibles y volcánicas no hace tanto, en plácidas excursiones hacia el triunfo, minimizado hasta el extremo el conjunto rojiblanco ya que no es ni la mitad de lo que presume en el Vicente Calderón. Tampoco está fino este grupo, del que únicamente se salva en estos momentos el amor propio de Agüero, y en el Camp Nou languideció sin exhibir resistencia, castigado por el desorden de una defensa blanda y desastrosa a más no poder. Sigue sin entender el estilo de Messi, quien abusa de los atléticos cada vez que se los cruza y que allanó el camino con el gol de siempre. La jugada es la de cada velada, que empieza con control en el flanco derecho, prosigue con una carrera hacia el centro con el balón cosido a su pie y acaba disparo desde la frontal con su zurda millonaria. No falla, siempre es gol. Siempre.

Un once para recordar

Aparcada la Copa del Rey hasta abril y con la Champions en el horizonte, Guardiola no escatimó y presentó lo mejor que tiene en una plantilla de oro. Sólo la ausencia de Puyol, cubierta con Abidal en el eje y con Maxwell por el lateral que acostumbra a correr el francés, alteró un once que se canta de carrerilla, tan conocidos sus nombres como placentero es verles jugar. Pareció sencillo, incluso a una velocidad menor, pero el Barça resolvió desde una asfixiante presión, piernas frescas que corren velozmente por la inercia que genera la ilusión de querer ser únicos.

El segundo tanto de Messi acabó con lo poco del Atlético, cuyo estado esquizofrénico ha llevado a tener a Forlán en el banquillo. El uruguayo representa a la perfección el mal del equipo rojiblanco, lejos de Europa por sus tres derrotas del tirón, siempre un polvorín ya que lleva años buscando sin suerte la estabilidad. Después de dignificar su nombre el pasado curso, en este anda degollado no se sabe hacia dónde, incapaz de encontrar una idea y mucho menos un estilo. Mejoró tímidamente en la reanudación, coqueteó Forlán con un gol que le birló Piqué en la línea y sacó bandera blanca cuando entendió que no era día para hazañas. Desganado, afrontó el tramo final sin esperanza y Messi redondeó otra exhibición con su cuarto triplete de la temporada. El Camp Nou lo recibe como un regalo, inmensamente feliz con un presente que durará en el mañana. El Barça de Guardiola ya es más que el Madrid de Di Stéfano.