La Orquesta Nacional de España, siguiendo con su programación dedicada al Séptimo Arte, ha invitado este año a participar en su «Carta Blanca» al compositor argentino Osvaldo Golijov, uno de los creadores más reconocidos en estos momentos (tiene en su haber tres Grammys, el Prix Caecilia, un Gramophone Award, y es el primer músico en recibir en Estados Unidos el premio a las Artes de la Fundación Vilcek). Su música, difícil de etiquetar, se caracteriza por incorporar todo tipo de influencias, hermanando lo clásico con las nuevas tecnologías, la tradición y el folclore.
En esta «Carta blanca» el público va a poder disfrutar de su obra, muy ecléctica, consecuencia de sus propias raíces (sus abuelos procedían de Rumanía y Rusia) y de una vida un poco errante.
Cuando se hace una retrospectiva es también un momento para la reflexión, sobre dónde quiero ir en el futuro y también es una mirada al pasado, además de una celebración con algunos de los intérpretes que me acompañan (Dawn Upshaw, Alisa Weilserstein). Las fuentes de las que yo aprendí fueron muy diversas. Desde mi madre, que era una pianista clásica muy buena, pasando por los tangos de mi padre y su amor por Beethoven y Chaikovski, y por mi propia formación como corista y arreglista de música litúrgica judía para la sinagoga, el rock… No había muchas diferencias entre ellas. La música era música y sigue siéndolo. En Israel descubrí la música sefardí, la árabe, la música de la iglesia ortodoxa griega, libanesa… Todo eso fue abriéndome. Y ya, en Estados Unidos, descubrí el jazz e incluso la música de Cuba. Todo esto ha ido formando parte de mi vocabulario.
Un idioma musical que ha cosechado muchos éxitos, aunque se haya salido de los límites convencionales. Otros lo intentaron antes que usted, como Bernstein.
«Coppola es un hombre lleno de ideas. Es como un manantial, un gran diccionario»
Antes ha dicho que esta retrospectiva es un momento para ver hacia dónde quiere ir. ¿Cuál es su horizonte musical?
De todas las obras que vamos a escuchar, creo que la que guía el futuro es el concierto para violonchelo Azul, donde hay una amalgama mucho más orgánica de todos los elementos que utilizo, una transmutación de ritmos populares. Hay colores y densidades que a mi me interesan más que lo que hice, por ejemplo, en la Pasión Según San Marcos o en mi ópera. Azul es la obra que marca el camino que quiero seguir: una comunión más profunda entre melodía, armonía, ritmo, color… Algo que se va transformando constantemente.
Ha mencionado la «Pasión según San Marcos», una obra que formaba parte de un gran proyecto en el que Helmut Rilling encargó cuatro nuevas partituras sobre los Evangelios a Gubaidulina, Rihm, Tan Dun, y a usted, que a punto estuvo de rechazar la propuesta.
Mi primera duda fue que se hiciera el encargo a un compositor judío cuando tenía que ser una obra representativa de la experiencia cristiana latinoamericana. Después, Rilling me dijo que podía reinterpretar el texto, así que me fijé en dónde se transformó el cristianismo, algo que no sucedió por igual en Iberoamérica. En Argentina, Uruguay y Chile es muy similar al español o al italiano; pero no sucede lo mismo en Brasil o Cuba. Pero lo que me decidió definitivamente fue ver cómo Rembrandt, que no era judío, pudo mirar profundamente en el alma de los judíos y hacer una pintura más interesante que otros pintores judíos como Chagall.
Otra de las vertientes que se va a poder escuchar en Madrid es la cinematográfica. Ha colaborado ya en dos ocasiones con Francis Ford Coppola («Youth without Youth» y «Tetro») y está trabajando en una tercera película.
Es un hombre muy personal y lleno de ideas.Es como un manantial, un gran diccionario. Tiene un gran sentido lúdico, incluso aunque sea una tragedia. Todo en el fondo tiene para él una gran parte de juego y de teatro.
¿Las bandas sonoras se han convertido en la música clásica del siglo XX y XXI?
Un poco sí. Componer una banda sonora es un gran desafío. Los grandes compositores de cine han logrado crear temas que en menos de medio minuto pueden condensar toda la experiencia de la película en la mente del espectador. Uno silba el tema y se acuerda de todo. Es el poder de la música y el poder de la imagen. Es un misterio fabuloso.
Una de sus citas en Madrid es un coloquio con Alberto Iglesias tras la proyección en la Filmoteca Nacional de la película «Hable con ella», de Almodóvar.
«De Lorca me interesó que profetizara su muerte en «Mariana Pineda». Algo muy dramático»
¿Con qué director de cine le gustaría trabajar?
Con Almodóvar, pero en una ópera, porque para su cine creo que no hay nadie mejor que Alberto. Yo le paso mi número para que se lo dé a Almodóvar y él me llame (risas).
Antes de que esto suceda, el próximo mes de junio se estrena en España su primera ópera, «Ainadamar (2003)», en torno a la figura de Lorca.
Lo que me interesó es que Lorca profetizara su muerte en Mariana Pineda. Algo muy dramático y muy operístico. Luego el personaje de Margarita Xirgu lo sugirió el libretista David Henry Hwang. La obra se va a presentar en España en dos producciones. Una nueva, realizada por Julián de Tavira para los Festivales de Granada y Santander, y la Ópera de Oviedo; y otra, que se verá en el Teatro Real de Madrid la próxima temporada, que hizo Peter Sellars par la Ópera de Santa Fe.