Fernando Torres necesitaba volver a su hábitat natural. Chafar y cabalgar por el césped de los campos que tienen la virtud de albergar partidos de Champions. Su salida del Liverpool hacia el Chelsea tenía diferentes lecturas deportivas entre poner punto final a su ciclo en un equipo en reconstrucción para firmar por un club que ha apostado muy fuerte por el triunfo en los últimos años, y en tener de nuevo la posibilidad de soñar y hacer soñar en la Copa de Europa. [Narración y estadísticas]
El delantero madrileño retornó a la competición un año y dos meses después en el Parken Stadion de Copenhague. Enfundado con la elástica negra y dorada del Chelsea estuvo activo y buscó sus opciones de volver, además, marcando en la gran competición. Wiland hizo que se esfumase en tres ocasiones ese anhelo de Fernando por volver a marcar en la Champions. También Wendt le sacó un balón que se dirigía a cruzar la línea de gol. Pero las ganas del ariete español quedaron eclipsadas por Anelka.
Decidió Ancelotti, después del batacazo en la FA Cup ante el Everton, que a Torres le acompañase en ataque el veterano francés. Y a estos les escudaron Malouda y Lampard. A Drogba le tocó quedarse en el banquillo. El guión de los ingleses, batallador, asfixiante para los daneses, y fundado en arreones veloces, tuvo premio con dos latigazos de Anelka.
El galo sacó velocidad, calidad, potencia y un golpeo excepcional para marcar dos tantos que hacen muy difícil que al Chelsea se le pueda escapar el pase a cuartos de final en el partido de vuelta en Stamford Bridge. Un inocente Copenhague no se pareció al que se midió al Barcelona.








