El encuentro en la pantalla de dos actores de la categoría de Federico Luppi y Norma Aleandro solo sucede cuando un proyecto cinematográfico tiene, como mínimo, una dosis interpretativa de gran calado. «Cuestión de principios» cumple con las expectativas bajo la dirección de Rodrigo Grande, que se ha basado en el cuento homónimo del escritor argentino Roberto Fontanarrosa, en el que un oficinista al borde de la jubilación arriesga su ya incierto futuro empecinándose en enaltecer sus altas cotas de dignidad con tal de conservar una antigua revista, un documento familiar cuyo número es el que falta en la colección de un recién llegado y joven jefe. Las ofertas y amenazas al pobre currante no se hacen esperar.
¿En la vida todo tiene un precio? «No», dice convencido el gran Luppi. «Al menos así piensa mi personaje». Es la segunda vez que el veterano actor trabaja para Rodrigo Grande: «Nos dirigió a Norma y a mí hace diez años en “Presos del olvido”, una película fresca en la que también intervenía el recordado Ulises Dumont».
La base de la vida
«Esta película me hizo replantearme el tema de los principios —apunta el director, Rodrigo Grande—, por los que le pasa al personaje de Luppi. Si son útiles o nos complican la vida. Siempre hay un momento en la vida en el que habría que preguntarse de dónde viene nuestra manera de pensar. La ausencia de principios puede ser un egoísmo que conduce a cometer errores graves, pero también el saber que son inculcados por una crianza determinada debiera replantearse, porque son la base de la vida. La película propone si es necesario modificarlos o dejarlos estar».
Luppi mantiene su compromiso laboral con la misma responsabilidad que le acompañaba en sus primeras películas: «Ninguna de ellas te ayuda a hacer la siguiente. Cada filme es un desafío, una dificultad que uno solventa con toda serie de lecturas ante el director y el elenco. Lo que más me atrajo en esta ocasión es que es un típico personaje singularmente representativo de la clase media en general, esa clase media que alimenta cierto tipo de principios para resignar sus propias actitudes acríticas». </CW>
«Mi personaje —explica el actor— tiene el problema del jefe, el del tiempo y la política actual. Nunca se siente artífice de lo que habitualmente hace y yo, como mucha gente, tengo una opinión crítica sobre ese tipo de clase media, una clase apta para el consumo, para repetir constantemente lo que dicen los medios gráficos, las televisiones y las radios; una clase cuya capacidad de cambio está justamente determinada por prejuicios, educación y mandatos; una actitud permanente para no asumir ningún riesgo».
