Tres dobletes consecutivos es algo que no entraba en el apretado calendario de Karim Benzema. No entraba en su calendario ni en la cabeza de nadie. Quizás en la de Florentino, que fue el único que seguía creyendo en él cuando los demás empezábamos a lapidarle al amanecer, casi sin juicio previo. Karim ha irrumpido con la potencia que le caracteriza en un equipo que no le esperaba. Pero todo tiene su porqué. Antes estaba mal y tenía su causa. Ahora está bien y también tiene un razonamiento.
Para empezar ha adelgazado, y bastante. Cuatro kilos aproximadamente, que no es un asunto baladí en un jugador de elite y mucho más en un delantero que vive de la velocidad y la chispa. No ha sido porque se entrenara más o menos, con mayor o menor intensidad, sino porque ha regulado sus comidas y lo ha hecho derivado de un segundo factor que también ha influido en su mejora: por lo visto, ya no vive con un pueblo entero que le hacía los días más llevaderos: amigotes, familiares más o menos cercanos, conocidos... Eso ha hecho que ordene sus comidas y sus alimentos, lo que le ha llevado a perder peso.
Las compañías también han tenido que ver. Benzema se ha aclimatado al vestuario y ha mejorado su idioma, por lo que ya no tiene tanta cercanía con Lass, otro introvertido como él que le metía más en su cueva dorada, algo que luego influía en su mayor o menor intervención en el juego.
Ha habido un cuarto factor importante que tiene que ver con Mourinho. Es el pimiento verde que le ha puesto en el trasero en forma de negro grande y alto llamado Adebayor. Esto ha tenido dos ramales, ambos positivos para el francés. La llegada en sí del togolés ha hecho reaccionar al francés, algo así como «o espabilo o me voy al hoyo, toda la temporada suplente porque cuando llegue Higuaín estoy muerto». Y un segundo aspecto táctico: Adebayor sí es un nueve nato, lo que le permite a Benzema ir a su puesto original: segundo delantero. Desde ahí tiene más espacios y ve muchos huecos. Resultado: más goles.







