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sol921

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¿Nos hacemos unas «taquillas»?

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Apología del triunfo de «Torrente 4» siempre que se entienda como un espejo del estadio actual de la sociedad española

Día 15/03/2011 - 10.51h

Aunque suene anacrónico, la magnitud del desastre, obliga a citar a Shakespeare: la vida es una sombra vagabunda, un idiota, lleno de ruido y furia, que sube al escenario y olvida lo que quería decir. Está mal citado pero tampoco merece la pena adoptar el camuflaje de erudito cuando el cuento es, lisa y llanamente, casposo. Ya es noticia «global»: Torrente está batiendo todos los récords de taquilla. El onanismo, fruto del aburrimiento puro y duro, invade a los que cumplen la honorable tarea de «apatrullar» la ciudad. Algunos calificaron la saga como la cima de lo grotesco o despreciaron este bodrio calificándolo de «esperpento». Hay que tener, incluso a la hora de la maldad crítica, un poco de rigor: las peripecias torrenteras no tienen nada que ver con al digna deformación que aquellos espejos del Callejón del Gato. Estamos ante un subproducto de otra calaña, soportando el «tsunami» de la estética cutre en su forma más ortodoxa. Era francamente difícil hacer algo más sórdido que los chistes de Lepe o las letanías «perversas» de Jaimito. En plena hegemonía del griterío made in «sálvame», Santiago Segura tenía que reinventar lo chusco. El personaje es, no exagero, un autorretrato literalista de un estadio de la sociedad española; no hace falta haber pasado por el diván freudiano para comprender que Torrente refleja nuestra mediocridad cultural, la condición casposa del imaginario colectivo que encuentra risibles una serie de chorradas fundamentalmente patéticas. En alguna ocasión, haciendo zapping, esto es, huyendo del desastre de las programaciones de la tele me he topado con algún momento «torrencial» y, lo juro, he salido propulsado con mayor velocidad de aquella con la que llegué. Solo hay algo peor que aquellas chapas que pegaban los reclutas en el tren al regresar de un permiso cuartelero: encontrar a un fanático de Torrente que inicie la criminal tarea de contarte los sucesos truculentos de las pelis que, por pura higiene mental, has conseguido evitar. Basta saber que Paquirrín es co-starring, como anteriormente lo fue José Luis Moreno, para temblar de pánico. Santiago Segura no es, como Torrente, el brazo «tonto» de la ley, al contrario, es un listo, oportunista en tiempos de mediocridad y, sobre todo, uno que hace el papel de «coleguilla» de la forma más estomagante posible. Lo dicho: un exitazo.

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