En el hígado pueden producirse tumores benignos (adenomas, hemangiomas) y malignos (hepatoma). Los benignos, habitualmente asintomáticos (salvo sangrado), no producen alteraciones analíticas de ningún tipo. Los adenomas no suponen amenaza para la vida y son hallazgos de exploraciones radiológicas realizadas por cualquier motivo. Su diagnóstico debe ser anatomopatológico, lo que obliga a una punción y generalmente a una cirugía. Los hemangiomas se encuentran en el 1-5% de la población, y pueden aparecer como un solo nódulo, varios o incluso múltiples. No plantean un problema de salud salvo en raros casos que deben ser resecados. Ni los adenomas ni los hemangiomas alteran las pruebas de función hepática y la persona puede hacer una vida absolutamente normal.
En el caso de los malignos, pueden originarse en el propio hígado o ser metástasis de tumores que se encuentran en otros órganos. El tumor hepático primitivo se denomina hepatoma o cáncer de hígado, y en general se produce en personas que o bien tienen una hepatitis crónica por virus B o C, o bien una cirrosis. En estos tumores suele haber alteraciones analíticas. Pueden producir síntomas como el dolor, y su sospecha se hace por las pruebas de imagen (ecografía, TAC, resonancia). El diagnóstico debe hacerse por punción o biopsia y el tratamiento depende de cada caso. Si el tumor es único, la cirugía es el tratamiento de elección y su pronóstico depende de la extensión de la enfermedad.






