Así es la vida en Europa, empeñada en acentuar la nostalgia y en devolver a cualquiera al pasado. Mientras Raúl seguía el sorteo pensando en el retorno al Santiago Bernabéu, el ahora delantero del Schalke ya sabe que no se encontrará con su equipo del alma salvo en una hipotética final. Pero otros sí que vuelven, tarde o temprano los ex siempre vuelven y Rafael van der Vaart y Dmitro Chygrynskiy están llamados a ser los protagonistas de las previas del Real Madrid Tottenham y del Barcelona-Shakhtar Donetsk de los cuartos de final de la Champions.
Van der Vaart está encantado de su vida inglesa, motor de un Tottenham sin complejos que idolatra al holandés. Se fue del Real Madrid por once millones, pendiente su traspaso del reloj ya que la operación se cerró sobre la bocina en el último verano. Titular en el tramo final de la era Pelegrini por la lesión de Kaká, ahora Van der Vaart da color al ataque británico y se muestra encantado con recordar momentos en el Santiago Bernabéu. «Estoy feliz por el sorteo, deseaba que fuera así porque será fantástico volver a Madrid. El Bernabéu es genial, un gran campo. Caben 90.000 espectadores y es un sentimiento fantástico jugar ahí. Disfruté mucho los dos años que estuve allí y es un sueño volver, hice muchos amigos y estaré encantado de verles».
También se congratula Dmitro Chygrynskiy, al que se le abrió la puerta del Camp Nou porque, explicó Sandro Rosell, necesitaban dinero para pagar las nóminas en el Barcelona. El central fue un capricho de Pep Guardiola, tan enamorado de su juego que el club catalán pagó 25 millones por el traspaso —se le vendió por 15—. A Chygrynskiy no le fue tan bien como esperaba en Barcelona, atemorizado el entorno azulgrana cada vez que le veía en la alineación. «Mientras yo sea entrenador del Barça, este chico no se moverá de aquí», pronosticó Pep Guardiola, una afirmación que se perdió meses después con la venta del ucraniano.
Hoy, y aunque lamenta que no se le diera más tiempo, Chygrynskiy dice que es feliz en su casa. Es el mejor espía de Lucescu: «Hace tres temporadas al Barça le llamaban “la máquina”. Hace dos decían que era aún mejor. El equipo sigue progresando. Guiñas un ojo y ya te lo han hecho pagar», admite.







