Cada uno tiene una película de cada actor, de cada actriz. De todas las interpretadas por Liz Taylor, uno elige una marginal; una espléndida adaptación de Scott Fitgerald filmada por Richard Brooks, «La última vez que vi París», junto a Van Jonhson, Donna Reed y Walter Pidgeon. La joven esposa, de familia bien, de la costa Este norteamericana, casada con un periodista que busca convertirse en literato, y el trasfondo de un París de posguerra, del existencialismo, de la bohemia exquisita, de las dudas sobre el verdadero valor literario de sus obras, la vida nocturna, las búsquedas y los desencuentros crean una película poco reconocida en la emocionada interpretación de Liz Taylor, maravillosamente atractiva, como siempre, le da al papel el desgarro de melancolía ante el desengaño de los paraísos perdidos. Toda la película es un vaivén de anhelos y pérdidas de ese personaje, la ilusionada esposa del escritor, que dejará en el camino parte del amor, parte de la ingenua idea de que la vida está en orden. Nunca lo está. Y ayer, lo estuvo menos. Volveré, esta noche, a París, para ver por última vez a Liz.





