Si el TAS no toma una decisión sobre la apelación de la UCI antes del 2 de julio, fecha en la que comienza el Tour de Francia, Alberto Contador tiene todas las papeletas para que la organización de la Grande Boucle decida apartarlo. No por un juicio paralelo, sino en virtud de un derecho de veto que tiene la carrera para mantener su imagen de limpieza total. No sería la primera vez.
El dopaje ha puesto palos entre los radios de su bicicleta en otras ocasiones, aunque el madrileño no estuviera implicado; simplemente, se encontraba en el peor lugar en el peor momento posible. Le ocurrió en 2006, cuando la Operación Puerto salpicó a su entonces equipo, el Liberty Seguros (antiguo ONCE), y en 2008, tras la exclusión del Astana por los positivos de varios de sus corredores —entre ellos su líder, el kazajo Vinokourov— en el Tour anterior. Todavía se recuerda en el pelotón la imagen de un Contador terriblemente enfadado en el podio de la Challenge de Mallorca, reivindicando de forma ostensible la marca estampada sobre su maillot.
Christian Prudhomme, el director del Tour, manifestó ayer su hartazgo por tanta demora. «Nos interesa un punto y final, un epílogo a este caso. No podemos imaginar que no haya una respuesta definitiva antes del comienzo del Tour». Contador debutó en la mejor carrera del mundo por etapas en 2005 y demostró cuáles eran sus intenciones. En 2006, ya con Lance Armstrong disfrutando de su primera jubilación, hubiera sido un claro candidato a los puestos de privilegio. En 2007 se impuso tras la expulsión de Michael Rasmussen por contravenir la reglamentación antidopaje y faltar a diversos controles. En 2008 el Astana le arrastró en su desgracia. Arrasó en 2009 a pesar de un Armstrong redivivo, y se impuso en 2010 con más dificultades ante Andy Schleck. Ahora podrían arrebatarle ese triunfo... y el que podría cosechar en 2011.
