El comisario europeo de Transportes, Siim Kallas, se desmarcó ayer con una propuesta, cuanto menos, sorprendente. Presentó un ambicioso plan llamado «Transporte 2050» para hacer más competitivo el sector en Europa, objetivo para el que serían necesarios 1,5 billones de euros. Pero la idea «estrella» que obtuvo mayor resonancia fue la de reducir en un 50% los coches de gasolina y gasóleo hasta 2030, para que 20 años más tarde, en 2050, sencillamente desaparezcan en las ciudades europeas y sean sustituidos por otros alimentados por los llamados combustibles «limpios»: eléctricos, a hidrógeno o híbridos, entre otros.
Además, la propuesta incluye que el 50% de todos los transportes interurbanos de media distancia de pasajeros y mercancías debe transferirse de la carretera al ferrocarril y al transporte por vía fluvial. Para lograrlo se debería crear una red básica de corredores de transporte plenamente operativa por toda la UE, con el fin de garantizar las infraestructuras para una transferencia eficiente entre modos de transporte.
Para 2050 la idea es conectar todos los aeropuertos principales a la red ferroviaria, preferiblemente de alta velocidad, garantizar que todos los puertos de mar principales estén suficientemente conectados con el sistema ferroviario de transporte de mercancías y con el sistema de navegación interior.
En materia de financiación, uno de los grandes escollos de este faraónico proyecto, el comisario aseguró que se trata de avanzar hacia la aplicación plena de los principios de «usuario pagador» y «quien contamina paga» y del compromiso del sector privado para eliminar distorsiones, generar ingresos y asegurar la financiación. En todo caso, Kallas tuvo que admitir que su propuesta era un «documento de visión que no tiene valor legislativo, aunque habrá acciones en este sentido». Al mismo tiempo, añadió que «la autofinanciación es el futuro, ya que cada vez habrá menos y menos dinero público».
En los viajes de larga distancia y transporte intercontinental en el sector aéreo la idea es lograr que el 40% de los combustibles sean bajos en emisión de carbono. También, se quiere reducir en 2050 las emisiones de dióxido de carbono de la UE procedentes del fueloil para calderas del sector marítimo en un 40%.
Viabilidad discutida
En España, los expertos observan con recelo la propuesta de la Unión Europea. Nadie puede hacer previsiones a cuarenta años vista y menos cuando la implantación del vehículo eléctrico muestra aún numerosas lagunas: su elevado coste —a pesar de las ayudas públicas—, la ausencia de una red de carga para los grandes desplazamientos y la duración modesta de las baterías. La industria del automóvil cree, por tanto, que la evolución se traducirá en un modelo mixto, en el que tendrá cabida el coche eléctrico, pero que no dará la espalda al desarrollo de los motores de combustión hacia modelos que consuman y contaminen menos. «Los vehículos diésel han reducido sus partículas contaminantes en un 99% con respecto a los modelos de hace 5 años», destacan desde la patronal de los fabricantes (Anfac).
De hecho, según los datos de la Asociación de Constructores Europeos de Automóviles (ACEA), se estima que los vehículos eléctricos no supondrán más del 5% al 10% del parque automovilístico europeo en 2020. Esta organización no se mordió la lengua al evaluar los objetivos de la UE. La patronal europea rechazó rotundamente la propuesta de la Comisión Europea, a la que recomendó «cautela» y «neutralidad». Por el momento, señaló la organización, no es posible otorgar el triunfo del predominio a largo plazo a ninguna de las tecnologías ni aventurar cuáles serán las preferencias de los consumidores.
