El periplo de Jaime Lissavetzky al mando del deporte español se sintetiza en dos casos relacionados con el dopaje y la actividad que más quebraderos de cabeza le ha ocasionado: el ciclismo.
El mayor disgusto del secretario de Estado fue el positivo de Maribel Moreno en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, el primero de esa edición. La ciclista emborronó su nombre y el de España al inyectarse un microdosis de EPO en los lavabos del aeropuerto de Barajas antes de salir hacia China.
Y la mayor satisfacción del dirigente ocurrió el pasado febrero. El ciclista Xavi Tondo recibió una oferta de productos dopantes en su buzón de correo electrónico. En vez de eliminar o guardar el mail, el corredor catalán procedió a comunicar. Puso el asunto en manos de los Mossos d'Esquadra y la peripecia que en otro tiempo hubiera pasado inadvertida terminó con cinco detenidos por tráfico de sustancias dopantes.