No cambia el guión. Fiel a la diplomacia verbal que tan buen resultado le ha dado hasta el momento, Guardiola se mantiene firme en su discurso y se rebela contra los excesos que tanto le disgustan y que, contra su voluntad, han florecido de forma inesperada hasta en el vestuario, vedado hasta ahora a comentarios fuera de tono. El vaticinio de Rosell sobre el resultado de la final de Copa fue el primer brote molesto; el recuerdo de Víctor Valdés al tipo de televisor —¿color o blanco y negro?—en el que se vieron los triunfos del eterno rival en anteriores clásicos, la última chinita. Entre medias, una campaña publicitaria de una mutua sanitaria vinculada al Barça en la que figura la imagen de cinco jugadores azulgranas con la mano abierta, símbolo que Piqué popularizó en el 5-0 liguero al Madrid. El técnico no quiere alteraciones en la hoja de ruta y ha ordenado la ley del silencio. Los futbolistas tienen ya limitadas sus apariciones a las ruedas de prensa. Nada de entrevistas individuales. Tampoco quiere distracciones en el entorno y en una reunión con Sandro Rosell dejó ayer las cosas claras.
Ante el serial de clásicos que se avecinan, Guardiola tira de galones y asume la máxima responsabilidad para rebajar tensiones innecesarias. En su comparencia de ayer recordó que en Valencia —escenario de la final de Copa— «vamos a meter 20.000 personas de un equipo muy pasional y a otras 20.000 de otro equipo igual de pasional, y hay que tener cuidado porque todos somos responsables».
Defiende a su plantilla
Prudencia máxima que no le impidió salir en defensa de la tropa al ser interrogado sobre su presencia en la polémica campaña publicitaria: «Deberían preguntarle a la agencia. Les conozco y si algo tienen es mucho respeto por los contrarios». Es consciente de que prolongar el debate sólo puede traer problemas y provocar que el rival se motive aún más. El entrenador azulgrana no da puntada sin hilo. Conoce a Mourinho, sabe que es un maestro en el arte de la motivación y no quiere concederle ninguna ventaja ante la próxima disputa de los cuatro clásicos.
Ni al portugués ni a ningún contrincante. En su línea habitual de mesura, pidió máxima concentración ante el duelo de esta noche frente al Almería. «Partido trampa», según lo calificó a pesar de que los andaluces son colistas y llegan con nuevo técnico. Recambio que incomoda a un Guardiola obligado a plantear el choque a ciegas. «No he visto partidos de Roberto Olabe, lo que pueden hacer en estrategia, cómo defienden o qué sistema utilizarán», argumentó.
Este encuentro es el último escollo antes del asalto final a la Liga, dentro de una semana, y Pep sabe que llegar con la actual diferencia de puntos (8) al Bernabéu es clave para cerrar el campeonato. Por ello huyó del exceso de confianza y recordó una reciente sorpresa: «Nadie daba la semana pasada un duro por el Sporting». Pero Guardiola no se fía nunca y aunque el Athletic ayudara hoy a ampliar a once la diferencia con el Real Madrid, no dejó lugar a la duda. Ni aún así reservaría jugadores en el primer clásico para preparar la Copa «porque allí nunca se puede ir de broma».






