Toros

Toros / ZARAGOZA

El compromiso de Juan Mora frente a la vulgaridad

Día 18/04/2011

El toreo es algo más que dar pases sin ton ni son, más que dar mantazos a troche y moche, mucho más que deambular por la plaza delante de un toro sin un mínimo de sensibilidad. El toreo es también compromiso, respeto a las formas, al propio toreo en suma. Y ayer en la segunda corrida de la Feria de San Jorge, sólo Juan Mora se mantuvo fiel a esa torería frente a la vulgaridad que imperó en dos diestros jóvenes: Morenito de Aranda y Daniel Luque, quienes precisamente gozaron de una oportunidad cierta de triunfo al corresponderles los dos mejores toros de una muy desigual corrida de Parladé. Desigual en trapío, con los tres primeros toros muy poquita cosa para una plaza de primera —más cuajados los otros—, y desigual en juego, con el bravo y buen segundo y el encastado sexto. En el resto, poca clase.

Juan Mora sobresalió en el cuarto, ante el que, pese a las escasas opciones que le dio, no quiso desentenderse. Solo apuntó cosas con el flojo primero y se justificó plenamente con el otro. El de Parladé, un mulo. Y el torero se metió mucho con él, se lo pasó muy cerca con una y otra mano y acabó pegándose un arrimón. Los pases de pecho tuvieron cadencia y ritmo, como las verónicas de recibo; y además, Mora, jugó perfectamente los tiempos a la hora de salir de las suertes. Faena medida, pausada, sin artificios. Firme, de detalles saboreados con gusto por los aficionados. Con la espada emborronó todo lo hecho. Silencio y ovación fue su balance.

Morenito de Aranda se topó con el buen segundo. Demasiado acelerado. El toro arreaba y el torero no se impuso nunca. Acertó a bajar la mano y llevarlo largo en algún natural suelto. Solo eso, poco. Enganchones y desorden en una faena que debió acabar en triunfo y que se saldó con una vuelta a ruedo tras un aviso. Con el quinto quiso arreglar las cosas, pero ahí no hubo nada que hacer, la oportunidad ya le había pasado.

Daniel Luque torea como a golpes, rígido, sin soltura. Colocado por las afueras y sin estrecheces; y así la emoción es difícil que llegue. Muchos muletazos, demasiados, y poca sustancia. El tercero aguantó apenas dos series, y el sexto mereció mejor trato, menos brusquedades. Al final después de un sinfín de pases el toro se aburrió y Luque apenas había conseguido algunas palmas. Se conformó con ovación y silencio.

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