La diosa Cibeles se ha visto esta pasada noche venerada por una multitud que ha desafiado la intermitente lluvia que caía sobre Madrid y ha acudido en masa al sagrado santuario en el que los madridistas celebran sus grandes ocasiones.
Poco después de la medianoche, la presión vivida durante más de dos horas a 350 kilómetros, en Mestalla, estalló en un clamor con sabor merengue en el centro de la ciudad. Miles de almas, unidas por su pasión blanca, se unieron para proclamar su alegría y el orgullo de una afición que ha empujado, no solo en el estadio valenciano, sino desde los más distantes puntos del planeta, a la victora del ya épico equipo liderado por Mourinho.
Jóvenes envueltos en banderas blancas y españolas llegaban desde Castellana o Alcalá para abrazarse y corear el nombre de Mourinho, arremeter contra el eterno rival azulgrana y cantar el himno madridista, en una fiesta que ya se les estaba haciendo de rogar.
El entrenador portugués fue, junto con el autor del gol de la victoria en la final, Cristiano Ronaldo, el más aclamado durante las más de cuatro horas que duró la "Madrugá" madridista en Cibeles. "José Mourinho, oé, oé" se escuchaba de manera espontánea en distintos rincones de la plaza mientras la afición blanca aguardaba la llegada del autobús con sus héroes.
Los miles de congregados tuvieron que esperar hasta las 4,20 de la mañana para ver subir al equipo hasta el escenario montado en torno al emblemático monumento, aunque finalmente sin el trofeo por el accidente que sufrió por el camino. La alegría colectiva alcanzaba el delirio cuando Casillas abrigaba con una bufanda y besaba a la diosa que inspira al madridismo.
Tres años llevaban los madridistas esperando un título y cerca de 20 detrás de un triunfo en la Copa de Su Majestad. Pero por fin llegó y ahora ya tienen hambre del próximo duelo con los eternos rivales para su próximo objetivo, la Champions League.
